Es caro, es terrible para tu salud y, sinceramente, huele fatal. ¿No crees que va siendo hora de que dejes de fumar? Es una estupenda resolución para este nuevo curso, pero es una que nadie puede hacer por ti. Es un compromiso que tienes que hacer contigo mismo.
Si estás de acuerdo con nosotros en que este momento es el mejor para dejar de fumar (y da igual cuándo leas este post, siempre es buen momento para dejar un hábito tan nocivo), aquí vamos a repasar alguna información que puede ayudarte a conseguirlo.
Qué hace el tabaco en tu cuerpo
Empecemos repasando cuál es el efecto que fumar tiene sobre tu organismo. No es agradable, pero sí muy eficaz para reafirmarse en el propósito de dejarlo, porque el efecto es rotunda y absolutamente malo.
Al encender un cigarro y aspirar su humo, estás aspirando unas 7.000 sustancias distintas según la Asociación Americana del Pulmón. Muchas de esas sustancias son tóxicas y aproximadamente unas 70 están de alguna forma relacionadas con el riesgo de padecer cáncer.
En tu sistema nervioso
La nicotina es una sustancia con potentes efectos adictivos. Llega en pocos segundos al cerebro y tiene un efecto relajante y a la vez energizante. Los fumadores con una fuerte dependencia se sienten mejor poco después de dar la primera calada. Por eso mismo tiene un fuerte poder adictivo, y su ausencia causa ansiedad e irritación.
En tu sangre y sistema circulatorio
Cuando fumas, las toxinas del tabaco pasan de los pulmones a la sangre, haciéndola más densa y por tanto aumentando el riesgo de accidentes cardiovasculares como los trombos.
También aumenta la presión arterial y reduce el ancho de tus arterias, haciendo que tu corazón tenga que trabajar más para enviar el oxígeno por todo tu cuerpo. Esto aumenta el riesgo de infartos y fallos cardiorespiratorios.
En tu corazón
El monóxido de carbono y la nicotina que introduces en tu cuerpo al fumar afectan a tu corazón haciéndolo trabajar más deprisa. Otras sustancias del tabaco afectan a las paredes de las arterias coronarias, haciéndolas más rígidas y frágiles. Estos y otros efectos hacen que los fumadores presenten el doble de riesgo de padecer enfermedades cardíacas que las personas que no fuman.
En tu estómago
Los fumadores presentan un riesgo más alto de padecer cáncer de estómago y úlceras. El tabaco debilita el músculo que controla el final del esófago, donde este se une con el estómago, lo cual permite que el ácido estomacal pase a la zona baja del esófago, lo que normalmente se conoce como reflujo.
El reflujo causa acidez y puede dañar de forma severa el esófago, un órgano que no está preparado para soportar la corrosión que causan los ácidos estomacales.
En tu cerebro
Fumar aumenta el riesgo de padecer infartos cerebrales. Esto es así porque aumenta el riesgo de padecer un aneurisma cerebral, un accidente cardiovascular con el riego sanguíneo del cerebro que puede terminar en una hemorragia con consecuencias graves, como la incapacidad o la muerte.
En tus pulmones
Puesto que el tabaco se consume sobre todo fumando, son los pulmones los que se llevan la peor parte, ya que reciben directamente y de forma constante las sustancias tóxicas en sus paredes.
Fumar está detrás del 84% de las muertes por cáncer de pulmón y detrás del 83% de las muertes por EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), además de muchos más casos de neumonía, asma y enfisema pulmonar.
En tu boca y tu garganta
Por el mismo motivo que sufren especialmente los pulmones, sufren también tu boca y tu garganta: reciben directamente el humo del tabaco al fumar con todas sus sutancias perjudiciales.
Eso aumenta el riesgo de padecer cáncer de labios, de lengua y de garganta. También afecta a los dientes, que se oscurecen y amarillean, y a las encías, que pueden inflamarse, causar dolor e infectarse.
Sobre tu sexualidad y fertilidad
El tabaco puede causar impotencia masculina al afectar a los vasos sanguíneos que aportan sangre al pene durante la erección. Además, causa infertilidad en ambos sexos al afectar a la viabilidad de las células sexuales.
Estas son algunas de las consecuencias que el tabaco tiene sobre tu cuerpo, pero no todas. Si quieres informarte con más detalle, te recomendamos esta web del Servicio Nacional de Salud británico.
Consejos para dejar de fumar
Si has hecho el propósito firme de dejar de fumar, enhorabuena porque ese es el primer paso. A partir de aquí tendrás que hacerte a ti mismo demostración de fuerza de voluntad y controlar las ganas de recaer. Los estudios demuestran que los beneficios de no fumar comienzan a aparecer poco después de dejarlo, así que no te vengas abajo.
Aunque la fuerza de voluntad es el ingrediente más importante, hay algunos trucos y consejos que pueden ayudarte en el proceso. Estos son algunos de los consejos que da la Asociación Americana del Cáncer (ACS):
- Sé consciente de la decisión que has tomado. ¿Vas a dejar de fumar? ¿Por qué? ¡Escríbelo! Escribe en un papel tus motivos para dejar de fumar. No te limites a generalidades, habla con tu yo del futuro por si en algún momento te falla la motivación.
- Elige un día. Aunque hay quien lo consigue a partir de una inspiración espontánea, muchas veces es mejor tener el asunto planeado de antemano. Elige una fecha que no sea muy lejana para que no te dé tiempo a replanteártelo pero con el tiempo suficiente como para mentalizarte. Apúntala en tu calendario y cúmplelo.
- Cuando llegue ese día. Lo primero, ¡no fumes!. Parece obvio, ¿no? Pues cumple y no te hagas trampas a ti mismo. ¡Ni una calada! Evita las situaciones que asocies con el hábito que quieres dejar, como el café de después de comer o bajar a la entrada de tu oficina donde se reúne el corrillo de fumadores. Si puedes, haz un poco de ejercicio y bebe mucha agua.
- Búscate una forma de pasar el mono. Para Cruyff fueron los chupachups, para ti pueden serlo también, aunque lo ideal sería que tu sustituto sea algo más saludable. ¿Qué tal unas zanahorias? ¿O unas almendras? Busca algo con lo que entretenerte cuando te piquen las ganas.
- Prepárate para superar las ganas. La necesidad de fumar te hará pasar momentos difíciles y es mejor que estés preparado para ello. La ACS recomienda respirar hondo, imaginando los pulmones llenos de aire limpio, beber agua lentamente y cambiar de actividad: levántate, date un paseo, sal a la calle...
Métodos para dejar de fumar: ¿cuál te va mejor?
Dejar de fumar puede ser muy difícil para aquellas personas con una fuerte dependencia física o psicológica. Existen varios métodos que pueden echarte una mano con ello, pero ten en cuenta una cosa: en esto, como en todo, no existen los milagros. Nada ni nadie te va a quitar mágicamente las ganas de fumar para siempre, y quien te lo prometa probablemente te esté intentando engañar.
Terapia de reemplazo de la nicotina
La nicotina es la sustancia que engancha a los fumadores al tabaco, y la dependencia física que crea es en muchos casos el principal obstáculo para dejar de fumar.
Para ayudar en ese aspecto, se pueden comprar en las farmacias productos con nicotina (chicles, parches y esprays) que aportan una dosis de esta sustancia de forma que quien quiera dejarlo puede centrarse en romper el hábito y la dependencia psicológica sin sufrir además la ansiedad de la dependencia física.
Según la ACS, lo mejor es empezar a consumir este reemplazo el primer día que se quiere dejar de fumar para conseguir la mayor probabilidad de éxito. La mayoría de la gente, sin embargo, trata de dejarlo de golpe, sin utilizar un reemplazo y acude a ellos cuando el mono de nicotina comienza a ser difícil de sobrellevar.
Medicamentos con receta
Existen algunos medicamentos que un médico puede recetarte para ayudarte a dejar de fumar si con los chicles y parches no consigues desengancharte del tabaco. No los tomes por tu cuenta, pide siempre ayuda a un médico especialista.
- Vareniclina (Chantix o Champlix). Interfiere con los receptores de la nicotina en el cerebro disminuyendo su efecto. Esto hace que los fumadores experimenten menos placer al fumar y también que el síndrome de abstinencia al dejarlo sea más leve.
- Bupropión (Zyban). Se trata de un medicamento de efecto antidepresivo que se utiliza para ayudar a dejar el tabaco porque reduce los efectos del síndrome de abstinencia de la nicotina. Además, no produce aumento de peso, algo que es frecuente al dejar de fumar.
Terapia, grupos de apoyo y autoayuda
A veces el problema no es físico, o no solamente, sino psicológico: la dificultad de cambiar de hábitos, el temor a fallar, los bajones que boicotean hasta a la fuerza de voluntad mejor entrenada pueden ser el verdadero obstáculo.
En ese caso, los parches o medicamentos pueden no ser eficaces porque no es ahí donde está el problema. Para esos casos, también puedes buscar ayuda para que tu propósito de dejar de fumar tenga éxito.
Consulta con tu médico y explora la posibilidad de acudir a terapia psicológica para entender mejor por qué te cuesta tanto dejarlo y qué estrategias mentales puedes poner en marcha para superar esos obstáculos. Entre otros, puedes consultar el programa de ayuda de la Asociación Española Contra el Cáncer.
En muchas ciudades existen grupos de apoyo para gente que está dejando de fumar. Aunque nos hemos acostumbrado a verlos como algo casi cómico en muchas películas, la verdad es que hablar con otra gente que pasa por lo mismo que tú y celebrar con ellos las victorias cotidianas puede ser de gran ayuda.
En cuanto a los libros de autoayuda, lo dejamos como última opción porque no resulta fácil distinguir uno realmente útil de otro que no lo es, y muchos no son más que divagaciones generales y vacías. Sin embargo, dejar de fumar es una cuestión de fuerza de voluntad y eso, cada uno, lo refuerza a su manera. Así que si encuentras o conoces algún buen libro de autoayuda para dejar de fumar, adelante: úsalo y cuéntanoslo.
Imágenes: iStock
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