El colesterol es una de las principales preocupaciones para la salud especialmente a partir de la mediana edad y particularmente en los hombres, que tienden a tener niveles más altos que las mujeres. El motivo es que se trata de uno de los principales factores de riesgo en patologías cardíacas como la hipertensión o el infarto.
A pesar de ello, muchos no sabemos exactamente qué es el colesterol, por qué hay dos tipos distintos, uno bueno y otro malo, ni qué hace a uno benigno y al otro peligroso, ni en qué alimentos se encuentra cada uno y por tanto conviene aumentar o evitar en nuestra dieta.
¿Qué es el colesterol?
El colesterol es un esterol (un lípido o, coloquialmente, una grasa) que se encuentra en las células y el plasma sanguíneo de los animales vertebrados y por tanto de los seres humanos. Lo necesitamos para vivir porque cumple algunas funciones esenciales en nuestro organismo. En concreto, forma parte de la membrana que recubre las células y que regula las sustancias que entran y las que salen.
Interviene en la formación de los ácidos biliares, que son necesarios para la digestión de los alimentos; los rayos solares lo convierten en vitamina D, que protege la piel de la deshidratación, y hace falta para la producción de algunas hormonales, por ejemplo, las sexuales.
¿Colesterol bueno, colesterol malo?
Aunque nos referimos a ello con esa expresión para hacerlo más sencillo de entender, de hecho ambos colesteroles, el bueno y el malo, son el mismo. La diferencia está en el tipo de proteínas a las que se adhieren al circular por nuestro cuerpo.
El colesterol se produce en gran medida en el hígado, y de ahí debe ser transportado a las células donde se necesita. Para ello, se une a unas proteínas, llamadas lipoproteínas de baja densidad, que son las que lo distribuyen por el cuerpo. Este es el llamado colesterol malo, ya que cuando hay un exceso, termina adherido a las paredes de venas y arterias, obstruyendo la circulación y aumentando el riesgo de hipertensión, infartos y trombos.
Otro tipo de proteínas, las lipoproteínas de alta densidad, recogen de las células y órganos del cuerpo el colesterol que no se ha empleado y lo llevan de nuevo al hígado para que sea destruido. Este es el colesterol bueno, ya que evita que se quede vagando por el cuerpo, se acumule en la circulación y produzca problemas de salud.
¿Cómo se forma el colesterol?
El 75% del colesterol del cuerpo proviene de las células del cuerpo, y la cantidad depende principalmente de factores genéticos, mientras que el otro 25% proviene de los alimentos que ingerimos y por tanto depende de nuestra dieta.
Cuando comemos, los alimentos se descomponen en sus nutrientes esenciales entre el estómago y el intestino. En este último son absorbidos y pasan a circular por nuestro cuerpo en forma de grasas, carbohidratos y proteínas. Como parte de esa circulación** llegan al hígado, y allí se unen a otras sustancias** que se encargan de otorgarles una función.
Es en el hígado donde triglicéridos, proteínas y colesterol se unen para formar las lipoproteínas de alta o de baja intensidad que distribuirán el colesterol a donde hace falta o recogerán los excedentes para devolverlos al hígado.
Consejos para aumentar el bueno y reducir el malo
Si tienes problemas con el colesterol, lo más importante es que consultes a un médico y cumplas sus indicaciones. La Fundación del Corazón hace dos recomendaciones principales:
Seguir una alimentación equilibrada y sin grasas saturadas. Apuesta por patrones alimenticios tradicionales, como la dieta mediterránea, donde las grasas provienen de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, presentes en el pescado, el aceite de oliva y los frutos secos, además de ser rica en frutas, verduras, legumbres y cereales.
Hacer ejercicio aeróbico de intensidad media con regularidad (entre tres y cinco veces a la semana), lo que ayuda a aumentar el colesterol bueno y a reducir el malo.
Qué no debes comer
Algunos alimentos están especialmente contraindicados para todas aquellas personas que necesiten reducir el nivel de colesterol malo en sangre.
Para empezar, los alimentos ricos en grasas saturadas, como los lácteos enteros, el aceite de palma, las carnes rojas y parte de la casquería tradicional (sobre todo el hígado).
Evita también los alimentos procesados como las patatas fritas o la bollería, porque son ricos en grasas trans, así como la comida rápida, con altos niveles de colesterol y calorías, y pocos nutrientes.
Cuidado con los productos derivados de animales, como la mantequilla, el tocino o las salchichas, que también suponen una gran carga de grasas.
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