El papiloma plantar o verruga del pie es, probablemente, una de las afecciones más comunes y conocidas. Es provocada por un virus, y se manifiesta como una pequeña y molesta verruga en la planta del pié, como su nombre indica.
Aunque no son peligrosas, pueden resultar incordiantes y su virulencia las hace objeto de la alerta. El verano, el aire libre y el agua son la mezcla perfecta para la propagación de este tipo de verrugas.
¿Qué es el papiloma?
Se conoce como papiloma a una verrugosidad que aparece en diferentes partes del cuerpo, aunque comúnmente (y en este caso concreto) en la planta del pie. Está ocasionada por culpa del virus del papiloma, o papillomavirus, de la familia Papillomaviridae.
Este complejo virus se reproduce, específicamente, en los núcleos de las células epiteliales escamosas, por lo que está asociado a diferentes verrugas de la piel y otros tipos de afecciones. Esta familia de virus también puede provocar infecciones subclínicas relacionadas con el cáncer genital femenino y masculino.
Pero volviendo al virus que nos interesa, este provoca un sobrecrecimiento anormal de las células, como pequeños tumores, que son los que forman la verruga. Esta reproducción anómala es una consecuencia del proceso de reproducción del virus, que secuestra la "maquinaria celular" de las células epiteliales, y provoca este fenómeno inesperado.
Los tejidos creados así pueden remitir por ellos mismos, con el tiempo, pero en ocasiones pueden volverse virulentos y extenderse, o acaparar parte de la piel, introduciendo su "raíz". El papiloma es transmisible en la medida que lo es el propio virus que lo provoca, obviamente. La palabra papiloma, en medicina, se refiere a un tumor benigno de células epiteliales con forma verrucosa. El papiloma plantar, por supuesto, no es el único que existe, pues los hay de numerosos tipos y de origen diverso. Sin embargo, como decíamos, los más comunes están provocados por este virus.
¿Por qué aparece más en verano?
Las infecciones por el virus del papiloma ocurren a nivel mundial sin distinción. Todos los seres humanos son susceptibles a este virus. En verano, sin embargo, el peligro de sufrir la versión plantar de esta afección parece mayor. ¿Por qué razón? La cuestión es sencilla: el contacto.
Se ha comprobado que la transmisión del virus no es tan sencilla como parece. Por ejemplo, no ocurre en superficies limpias, lo que indica que el virus no sobrevive adecuadamente expuesto al medio. En verano, por el contrario, nuestra piel pasa mucho más tiempo en contacto con diferentes cosas.
El epitelio escamoso estratificado, especialmente prolífico en la planta del pie, por ejemplo, tiende a soltarse ya que aparece como protección. El virus está presente, muchas veces, en estas células. Además, el factor de humedad permite aumentar su "supervivencia" (los virus no están vivos).
Salir de la piscina, compartir una ducha de playa y otras circunstancias similares aumentan la probabilidad de que algunas de las células infectadas, incluso por portadores asintomáticos (que no muestran la verruga), se pongan en contacto con células sanas y transmitan la enfermedad. Esta es la verdadera razón de que se dé más en verano, pero puede ocurrir en un entorno con humedad, como unas duchas, en cualquier época del año.
Cómo se trata el papiloma plantar
El virus del papiloma, en sí, no tiene tratamiento. De hecho, es el propio cuerpo el que elimina el 90% del virus del papiloma. Lo que sí se puede hacer es reducir la actividad vírica para evitar el contagio.
Esto consiste en emplear sustancias cuyos mecanismos todavía no se conocen del todo, pero se han observado como eficaces para reducir el mecanismo viral. También existen otras capaces de activar al sistema inmune contra el virus, acelerando el proceso natural.
Normalmente, la única opción disponible para el papiloma es rescindir el tejido. Existen numerosos productos capaces de hacerlo, aunque es conveniente consultarlo con el especialista antes. Todos ellos producen una disminución del tejido, una lesión, que al final termina quedando en una pequeña costra.
En algunos casos es imprescindible optar por la cirugía y cortar todo el tejido afectado, como si de un tumor se tratase. Esto puede hacerse con láser, mediante extirpación quirúrgica o con criocirugía, congelando el tejido de forma selectiva.
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