Cuando hablamos de aditivos alimentarios - o de aditivos en general -siempre existe la sospecha y las reservas de inicio, sean fundadas o no. Y la realidad es que, en ocasiones, se ofrece una imagen de estos que puede crear inseguridad e, incluso, alarma en la población.
Esto es lo que lleva ocurriendo unos días con el óxido de titanio (TiO2), que en alimentación se conoce como aditivo E171. En los últimos días hemos podido leer que Francia lo ha prohibido a partir de 2020 como medida de precaución e, incluso, que algunas investigaciones han encontrado que tiene efectos en la microbiota intestinal que pueden desembocar en enfermedades inflamatorios o cáncer de colón.
Estas dos noticias, así juntas, pueden alarmarnos y no sería de extrañar, dado que el óxido de titanio es una sustancia muy habitual que se utiliza como colorante (para dar color blanco normalmente) no solo en la comida - como en los chicles -, sino también en pinturas, papeles, cosméticos, ropa y hasta en medicamentos.
La EFSA lo considera seguro
La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) ha evaluado la seguridad de este aditivo no una, sino varias veces en los últimos años. En 2016 encontraron que el uso de óxido de titanio como aditivo alimentario no tenía efectos genotóxicos. Es decir, encontraron que no se trataría de una sustancia que provoque cáncer o dañe nuestro ADN y que, por tanto, su consumo actual es seguro.
En 2018, de nuevo, realizaron un análisis del potencial tóxico de este aditivo y lo que encontraron fue que no había evidencias solidas que demostraran que este aditivo fuera inseguro y se reafirmaban en la seguridad del E171 para consumo humano encontrada en 2016.
En las últimas semanas, Francia ha decidido prohibir el E171 a partir de unos resultados de la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria (ANSES) francesa en las que encontraban ciertas incertidumbres sobre este aditivo. La EFSA se ha vuelto a pronunciar al respecto y, de nuevo, indica que los resultados de ANSES no encuentran ningún nuevo hallazgo significativo que anulen las conclusiones que obtuvieron en 2016 y 2018 y que las incertidumbres encontradas por ANSES ya se habían tenido en cuenta anteriormente.
Es decir, nada nuevo. Otras investigaciones han encontrado que esta sustancia puede tener efectos inflamatorios y cancerígenos en ratones - cuya microbiota intestinal no es igual a la nuestra -. Sin embargo, las investigaciones realizadas con respecto a nuestro consumo actual en humanos no parecen indicar que tengamos motivos por los que preocuparnos.
En cualquier caso, como consumidores, debemos tener claro que cuando hay dudas sobre un aditivo se investigan - como ha ocurrido en este caso - y se seguirán investigando, por parte de las autoridades competentes para ofrecernos la mayor garantía se seguridad posible.
Imágenes | Pixabay
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