A la luz de las pantallas de los móviles y los ordenadores se les atribuyen muchos inconvenientes que no están científicamente comprobados, como el riesgo de ceguera o de daño ocular, pero hay otro que sí: el de que al exponernos a esa luz por las noches esto nos cause problemas de sueño.
Hace tiempo que se conoce el motivo tras esos posibles problemas. La luz de esas pantallas, que es blanca, puede confundir a nuestro cerebro sobre la hora del día que es. El cerebro regula los ritmos de nuestro cuerpo, lo que se llama los ritmos circadianos, basándose entre otras cosas en la luz del exterior, que le sirve para determinar si es de día o es de noche.
Una luz blanca directamente a la retina puede confundir al cerebro y con ello echar por tierra esos ciclos, causando insomnio y otros problemas de sueño. Como decimos, ese mecanismo ya era conocido, pero ahora un equipo de científicos del Instituto Salk ha publicado un estudio en la revista Cell Reports en el que explica algunos detalles sobre cómo funciona este mecanismo a nivel celular.
Luz prolongada en la retina, adiós sueño: la melanopsina
En el fondo de nuestros ojos se encuentra una membrana llamada retina, en cuya capa interior se encuentran unas células fotosensibles que actúan como los píxeles de una cámara digital. Cuando algunas de esas células reciben luz, en su interior se produce de forma continua una proteína llamada melanopsina, que indica al cerebro los niveles de luz que hay en el ambiente y así este es capaz de regular los niveles de consciencia, sueño y alerta.
La melanopsina, explican los investigadores, juega un papel básico en la sincronización de nuestro reloj interno: tras aproximadamente unos 10 minutos de iluminación con luz intensa, avisa al cerebro para que detenga la producción de melatonina, una de las hormonas que se encarga de regular el sueño. Esto es importante porque significa que unos cuantos segundos de luz no van a desequilibrarnos los ritmos circadianos, sino que hace falta un tiempo algo más prolongado para que la luz nos afecte.
Hasta ahora se creía que la clave de esta reacción eran otras proteínas, llamadas arrestinas, que detienen la actividad de esas células fotosensibles desactivando su respuesta. Pero en este trabajo, los investigadores concluyen que las arrestinas no solo desactivan esa respuesta, sino que también la recargan, consiguiendo que sea una respuesta prolongada en el tiempo.
Arrestinas, las proteínas que regulan el proceso
Según sus observaciones, en ratones modificados para no expresar ninguna de las dos versiones de las arrestinas, ni la beta arrestina 1 ni la beta arrestina 2, las células retinales encargadas de producir la melanopsina eran incapaces de mantener su sensibilidad a la luz tras una iluminación prolongada, como sí los son en los ratones sin esa característica modificada. El motivo es que es que son las arrestinas las que ayudan a la melanopsina a regenerarse en esas células retinales.
Entendiendo mejor la luz, los ojos y el sueño
Entendiendo mejor las interacciones de arrestinas, melanopsinas, ojos, luz y sueño, los científicos esperan encontrar nuevas formas de tratar los problemas relacionados con los ritmos circadianos desacompasados a causa de la luz artificial, los horarios laborales nocturnos o la luz de las pantallas.
Ese mismo equipo ya descubrió previamente que unas sustancias químicas llamadas opsinas pueden bloquear la actividad de la melanopsina en ratones sin afectar a su visión. Esto es una potencial opción terapéutica para las personas con migraña que sufren hipersensibilidad a la luz, por ejemplo.
Como siguiente paso, los investigadores quieren buscar forma de modificar la melanopsina para restablecer los ciclos circadianos y ayudar a las personas con insomnio.
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