Siempre hemos distinguido como grandes grupos (en cuanto a alimentación se refiere) entre grasas, hidratos de carbono y proteínas (lípidos, glúcidos y proteínas como podréis encontrar en casi cualquier bibliografía al respecto). Los Hidratos de Carbono han sido considerados como la "gasolina" principal del cuerpo humano, así como se ha desaconsejado su abuso por los problemas de peso que conllevan, basta ver la evolución de la sociedad norteamericana, donde la ingesta de hidratos es exagerademente excesiva.
De cada vez más se está intentando distinguir entre los Hidratos de Carbono, saber cuáles son necesarios más en el día a día y cuales de manera más puntual, evitando caer en el sobrepeso en medida de lo posible. Así, con el paso de los años, ya es fácil distinguir entre Hidratos de Carbono complejos (de asimilación lenta) o simples (de asimilación rápida).
Las diferencias se refieren a su digestión, facilidad para acumularse como grasa y objetivos, llegando a resultar más que clarificadores:
Los Hidratos de Carbono Simples o de asimilación rápida hacen referencia al azúcar, miel, frutas y a la bollería industrial, donde se utilizan azúcares refinados. Son los compuestos más "puros" y que pasan en apenas media hora al torrente sanguíneo. Además, se tratan de calorías vacías, que en muchos casos el único aporte que realizan al organismo es el energético. Por último lugar, destacar que, al ser la digestión tan rápida, podemos haber tenido un atracón de azúcares y volver a tener hambre al poco tiempo.
Los Hidratos de Carbono Complejos o de asimilación lenta se basan más en el arroz, la pasta y el pan integral, los cereales, tardan hasta 10 horas en llegar al torrente sanguíneo y dan más sensación de saciedad al organismo y aportan otros nutrientes.
En definitiva, la recomendación es usar hidratos de carbono complejos para la alimentación regular o del día a día y los simples para momentos puntuales (de esfuero o algún que otro capricho, que tampoco pasa nada).