Esta semana se está celebrando en Praga el XXII Congreso Europeo de Obesidad y las previsiones en nuestro continente de cara a los próximos años no pintan nada bien. Si bien la tasa de obesidad y sobrepeso crecerá en toda Europa, España será de los países que se verá más afectado: si ahora mismo contamos con un 19% de población obesa, en 2030 esta cifra podría llegar hasta el 30%.
Peores números manejamos si nos referimos al sobrepeso: el 58% de las mujeres y el 80% de los hombres españoles en 2030 tendrán kilos de sobra. Unos datos muy alarmantes, sobre todo si tenemos en cuenta que tanto la obesidad como el sobrepeso están asociados a otras enfermedades graves como enfermedades cardiovasculares (cardiopatía y accidente cerebrovascular) y trastornos del aparato locomotor (osteoartritis). ¿Podemos hacer algo para cambiar estas previsiones?
Claro que podemos, pero no podemos hacerlo solos. Está claro que cada persona tiene una responsabilidad individual en cuanto a su alimentación: qué compro, cómo cocino, cuánto como. También tenemos responsabilidades en el ámbito de la actividad física: cuánto y cómo me muevo cada día.
Pero también la sociedad y la industria tienen sus responsabilidades a la hora de evitar que estas previsiones de obesidad y sobrepeso se cumplan. Según la nota de la OMS de enero de 2015 sobre obesidad y sobrepeso, la sociedad debería poder garantizar el acceso a alimentos sanos y saludables para toda la población, haciendo que sean económicamente accesibles. La industria, entre otros, debería reducir el contenido en azúcar, grasas y sal de los productos elaborados, y debería realizar una comercialización responsable.
¿Qué podemos hacer nosotros? Una llamada a la acción
Primero y principal: hay que aprender a comer. Por desgracia no tenemos la suerte de poder contar con una asignatura de educación nutricional en los colegios que, desde mi punto de vista, solucionaría muchos problemas; de modo que tenemos que informarnos sobre cómo comer de otras maneras. Los dietistas-nutricionistas son los profesionales a los que debemos acudir en esta ocasión: su tarea no es solamente la de pautar dietas de adelgazamiento, sino que tienen un compromiso de reeducación alimentaria de la población.
Por otro lado, tenemos que movernos más. Estoy segura de que todos los lectores de este blog son aficionados al deporte o están pensando en iniciarse: quizás nosotros, que entrenamos casi a diario, no somos el objetivo de ese "tenemos que movernos más". Pero seguro que conocéis personas en vuestro entorno que no se mueven lo suficiente: también es, en parte, responsabilidad nuestra animarlos a una vida alejada del sedentarismo.
Anima a tu compañero sedentario a subir por las escaleras normales en lugar de usar las mecánicas en vuestro viaje al trabajo. Coloca un frutero lleno de frutas de temporada en la cocina de tu casa para que tu hermano se lo piense dos veces antes de picar chocolate. Regala a tu madre una pulsera cuantificadora para que te cuente cada día cuántos pasos ha dado. ¡Podemos hacer cosas muy sencillas que pueden suponer un gran cambio para otros!
Desde aquí os animo a que todos trabajemos juntos para que esas temibles cifras no se lleguen a cumplir. ¿Qué más cosas se os ocurre que podemos hacer nosotros?
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