Treinta minutos al día, todos los días de la semana: ¿eres capaz de sacar media hora al día para hacer algo que te gusta? Eso fue lo que me planteé hace tiempo para incorporar una rutina de Yoga a mi día a día. En realidad no fue tan difícil como pensaba: basta con organizarse, escoger una hora del día (a poder ser, siempre la misma), encontrar una actividad que te guste o te interese (esto es básico: si es algo que no te gusta, te costará un millón de veces más conseguirlo) y un poquito de fuerza de voluntad.
Además de las mejoras en flexibilidad y en fuerza relativa (en relación con mi peso corporal), hay otras cosas más importantes que he aprendido al practicar Yoga a diario: estas son algunas de ellas.
La constancia es la clave para mejorar en cualquier disciplina: ser constante y no fallar ni un día (o no fallar muchos, al menos) es la clave para mejorar en cualquier deporte. En el caso concreto del Yoga, mejorar en aspectos como la flexibilidad es sencillo si somos constantes con la práctica; pero también es fácil volver hacia atrás si dejamos de practicar durante un tiempo.
La primera hora de la mañana es el mejor momento para practicar: sacrificar media hora de sueño (o acostarnos media hora antes) no supone un gran sacrificio, y de esta manera puedes "marcar la casilla" de tu práctica de Yoga desde primera hora. Además, entrenar por la mañana puede ayudarte a afrontar el día con más energía y a evitar la rigidez matutina (este estudio lo corrobora, aunque se estudia solo en el caso de personas que sufren osteoartritis en las rodillas).
Escuchar a tu cuerpo es importante: no todos los días vas a estar al mismo nivel de energía o de flexibilidad. Tener localizadas diferentes clases de Yoga en Youtube (aquí tienes un montón de canales donde puedes encontrar clases completas) con diferentes objetivos y elegir cada día la que más se adecúe a lo que necesitas también ayuda a seguir practicando a diario.
Compararte con los demás no te hace mejorar: ahora que el Yoga está tan de moda es inevitable asomarnos a las redes sociales para ver cómo es el progreso de los demás, qué pueden hacer y qué no. En muchas ocasiones esto nos puede beneficiar: solo en instagram podemos encontrar un montón de perfiles que nos pueden servir de inspiración o que pueden ayudarnos a mejorar ciertos errores. Pero no cometamos el error de compararnos todo el tiempo con los demás: es mejor centrarnos en nuestra propia evolución y progreso.
Fallar es necesario para mejorar: llevo tiempo entrenando prácticamente a diario, y todavía hay asanas que no me salen (es posible que algunas de ellas no salgan nunca, pero tampoco me preocupa). El hecho de que haya asanas que todavía no salen puede darnos el impulso para seguir practicando y seguir mejorando. Ser conscientes de que no hacemos todo bien (ni mucho menos hacemos todo bien a la primera) también puede servirnos para esforzarnos más en la práctica.
Bonus track: buscar nuevos retos es importante
La llegada de septiembre y el inicio del curso es un momento ideal para plantearte nuevos retos: puede ser algo sencillo como practicar deporte o cualquier tipo de actividad física (no tiene por qué ser Yoga) durante 30 minutos diarios, o cualquier otro reto saludable como limitar los ultraprocesados, empezar a correr, sumar más vegetales a tu dieta, etc.
Fijarnos un objetivo (aquí tienes las claves para que, esta vez, sí los cumplas) nos mantiene activos y con ganas de seguir entrenando. Personalmente, este curso practicaré más los handstands o equilibrios sobre manos de Yoga.
¿Qué habéis aprendido vosotros practicando deporte?
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