Dentro de la práctica del Yoga una de las partes más importantes son las asanas o posturas por las que pasamos durante una sesión. Estas asanas pueden practicarse aisladas o pueden realizarse en forma de secuencia, uniendo unas con otras, como es el caso de la famosa serie del saludo al sol, por ejemplo.
No todas las asanas son iguales y no todas tienen los mismos fines u objetivos: dependiendo de la posición del cuerpo en cada una de ellas podemos agruparlas en diferentes categorías o géneros. Estos son los distintos tipos de asanas que puedes hacer durante una sesión de Yoga.
Asanas de pie
Son las que se realizan en bipedestación, siendo la más básica de ellas la postura de la montaña (de pie, con los pies juntos mirando hacia delante y los brazos a ambos lados del cuerpo). Estas asanas nos ayudan a fortalecer los músculos de las piernas, de la espalda y del abdomen y a mejorar la postura.
Dentro de un grupo tan grande como las asanas de pie, podemos encontrar algunas que se consideran de equilibrio (como el árbol), de torsión (como el triángulo invertido) o de flexión hacia delante (como la pinza).
Asanas de flexión posterior
En inglés las podéis encontrar como backbend e implican una flexión de la espalda hacia atrás. Este tipo de posturas nos ayuda a trabajar la musculatura de la espalda y del abdomen, además de expandir el pecho y facilitar la inspiración. en este grupo podemos encontrar asanas tan conocidas como la de la esfinge, el camello o el puente. Se recomienda combinarlas con la postura de descanso del niño para relajar la espalda después de realizarlas.
Asanas de flexión anterior
Son las asanas que implican una flexión hacia delante de nuestro cuerpo. Al llevar a cabo estas asanas conseguimos estirar los músculos de la parte posterior de nuestro cuerpo, al mismo tiempo que arqueamos la columna y creamos espacio entre las vértebras. Las asanas de flexión anterior fortalecen también los músculos de la espalda, y pueden realizarse tanto de pie como sentados.
Entre las más frecuentes encontramos la asana de la media pinza y la del niño, a la que nos hemos referido con anterioridad.
Asanas de torsión
Dentro de las asanas de torsión encontramos las posturas que implican un giro de la columna vertebral. Este tipo de asanas estiran la musculatura de la espalda y la que está más relacionada con la columna vertebral, además de flexibilizar el diafragma y mejorar nuestra capacidad respiratoria. Es importante que para realizar estas posturas tengamos un buen conocimiento de nuestro cuerpo y de nuestros límites, superándolos poco a poco y de manera progresiva.
Dentro de esta familia de asanas podemos encontrar la postura del triángulo invertido.
Asanas de equilibrio
Este tipo de asanas pueden realizarse sobre un solo pie, sobre las manos o sobre la cabeza (en estos dos últimos casos, además, serían asanas de inversión). Las asanas de equilibrio pueden ir desde posturas bastante sencillas, como la asana del árbol, hasta otras bastante complicadas de llevar a cabo, que nos exigen además bastante fuerza física en las extremidades (como la asana del cuervo). En todas estas asanas es básica la coordinación intramuscular y el trabajo intenso de la musculatura estabilizadora del torso.
Asanas de inversión
Sobre las asanas de inversión y sus benficios hemos hablado en anteriores ocasiones. Tanto las posturas de inversión como de media inversión requieren de un correcto control de nuestro cuerpo y de una cierta técnica a la hora de realizarlas para evitar así posibles lesiones. Entre sus beneficios más interesantes se encuentra el de la regulación de las hormonas.
En el grupo de las asanas de inversión y semi-inversión podemos encontrar posturas como la vela, el arado o el perro boca abajo.
Asanas de relajación y asanas de meditación
Las asanas de relajación suelen realizarse al principio y al final de la sesión de Yoga y nos sirven para deshacernos de la tensión acumulada en nuestros músculos, ya sea debido a la misma práctica de la actividad física o al discurrir de nuestra vida diaria. Aunque lo más habitual es realizarlas tumbado o sentado (como en el caso de la postura del cadáver -tumbado baca arriba- o del niño), también podemos llevarlas a cabo de pie, como en la postura de la montaña.
Las asanas de meditación, por su parte, facilitan la concentración y la respiración, llevándonos hacia una relajación activa. La asana de meditación por excelencia es la postura del loto, sentados en el suelo con una pierna cruzada sobre la otra, la espalda recta y los brazos relajados, dejando descansar las manos sobre las rodillas. Esta es una postura ideal siempre y cuando nos encontremos cómodos realizándola: si sentimos tensión en las piernas o si no tenemos el suficiente rango de movilidad en la cadera como para llevarla a cabo, siempre podemos optar por sentarnos a lo indio, de una manera más cómoda.
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