En el artículo de hoy, vamos a explicar cuáles son las lesiones más comunes que podemos encontrarnos a nivel de hombros, brazos y manos y algunos consejos sobre cómo podemos evitarlas para gozar de una buena salud.
Debido a la situación anatómica y su influencia sobre los movimientos que realizamos en el día a día (sean deportivos o no), la articulación del hombro (y todos los elementos que la forman), el brazo (articulación del codo incluida) y la mano son puntos de nuestra anatomía críticos y que están altamente expuestos a sufrir traumatismos o verse afectados por caídas.
Principales lesiones de los huesos del hombro y el brazo
Antes de pasar a señalar las lesiones más comunes en los huesos del hombro y el brazo, un punto a señalar en las fracturas en la zona del húmero es la posibilidad de que puedan resultar afectados la arteria axilar o el nervio radial (esta última es una complicación más frecuente de lo que podamos pensar al representar en torno al 19% de los casos).
Fractura de clavícula
La mayor parte de las fracturas de clavícula se producen al caer con los brazos extendidos hacia delante (en un gesto instintivo), motivo por el cual aumenta la presión recibida por la clavícula o bien por traumatismos directos sobre la misma. Si sufrimos una fractura de este tipo, lo más importante es la inmovilización inmediata de la zona y acudir a un hospital.
Dependiendo del tipo de fractura de la que se trate, el tratamiento podrá variar, pero el uso de antibióticos y la inmovilización posterior con la colocación de un cabestrillo. Si la fractura fuera grave o se tratase de una fractura abierta, la intervención quirúrgica es obligatoria, y normalmente se suele colocar una placa con tornillos para asegurar la zona.
Luxación de hombro
Se produce cuando la cabeza del humero "sale" de la fosa glenoidea, bien hacia delante o bien hacia atrás. Las causas más comunes que provocan que un hombro se diloque pueden ser: una caída con el brazo estirado, un fuerte golpe en la parte posterior (provocando una dislocación anterior) o un golpe frontal (provocando una dislocación posterior), un fuerte tirón del brazo (especialmente en niños pequeños), laxitud de los tejidos que rodean la articulación glenohumeral (produciendo inestabilidad en la misma), movimientos bruscos por encima de nuestra cabeza o movimientos fuertes y reiterados.
Fractura de la cabeza del húmero
Principalmente originadas por un fuerte traumatismo en la zona. Al ser en la misma cabeza próximal, la recuperación es un poco más costosa que si su hubiera producido en el cuerpo del hueso, ya que durante el proceso de soldado del hueso pueden originarse pequeños callos que posteriormente rocen y nos generen nuevas molestias y dolores.
Aquí, es importante saber si se trata de una fractura limpia o si se ha producido desplazamiento de algún fragmento de la cabeza del húmero, ya que esto podría dificultar la reparación y posterior rehabilitación de la lesión.
Fractura de la diáfisis (cuerpo) del húmero
Producida por traumatismos, por una fuerza de torsión o por un aumento de la presión sobre la zona que provoque la ruptura en la parte más débil del hueso (ambas epífisis poseen mayor densidad y dureza que la diáfisis, por lo que pueden resistir más).
Un problema que nos podemos encontrar en este tipo de fracturas es la vascularización de la zona y que ésta se encuentra "envuelta" por la musculatura del brazo, por lo que los efectos de una fractura en esta zona pueden ser importantes. Sin embargo, esta vascularización y presencia de musculatura también actúan a nuestro favor haciendo de "vendaje compresivo" en la fase de consolidación de la fractura.
Fractura en la epífisis distal
Las fracturas distales del húmero son de las más difíciles de tratar debido a la forma anatómica de la parte distal del hueso, formada por epitróclea, epicóndilo, cóndilo humeral y tróclea humeral. Puede producirse de forma muy similar a las fracturas en la diáfisis, con la diferencia de que la fractura se produce casi a la altura de la epífisis distal.
La clasificación básica de este tipo de fracturas se estructura en:
Fractura extra-articular: son las que se producen justo por encima de la cabeza distal del húmero. Representan alrededor del 10% de las fracturas de húmero y pueden llevar asociadas daño al nervio mediano y la arteria braquial.
Fractura articular parcial: puede ser externa o interna en el plano sagital o frontal en el plano coronal. Representan aproximadamente el 5% de las fracturas y tienen lugar en la columna lateral o medial del hueso.
Fractura articular completa: representan en torno al 60% de las fracturas del húmero y es frecuente que afecte a las partes blandas que lo rodean. Según Riseborough y Radin, estas fracturas pueden clasificarse en:
a) Tipo I: fractura desplazada b) Tipo II: fractura con fragmentos desplazados pero no rotados c) Tipo III: fractura con fragmentos desplazados y rotados d) Tipo IV: fractura en la que hay una gran separación de los cóndilos de la articulación
Luxación de codo
Al poseer mucha más estabilidad que el hombro, es muy difícil que un codo se luxe por un fuerte tirón, por lo que la inmensa mayoría de luxaciones de codo se originan por traumatismos o caídas, provocando una desalineación entre el radio y cúbito y el húmero.
En la mayoría de las luxaciones la reducción de la misma se realiza de forma manual, aunque en ocasiones puede ser necesaria la intervención quirúrgica, lo cual significaría que ha existido daño en los ligamentos de la zona.
Fractura del escafoides
Es la fractura más común producida por caídas con la mano situada en una posición dorsal forzada, y uno de sus principales síntomas es la incapacidad para agarrar objetos.
Luxación de un dedo
Es la pérdida de alineación de las falanges y su desviación lateral. Normalmente se producen por traumatismos (como por ejemplo los ocurridos jugando al baloncesto o al volley-ball) o por caídas al suelo. Por norma general, la reducción de una luxación de un dedo no debería requerir tratamiento quirúrgico salvo que exista algún tipo de complicación.
Principales lesiones de los músculos, tendones y ligamentos del hombro y el brazo
Contracturas musculares
Son lesiones producidas cuando el músculo o alguna de las fibras que lo componen realizan un esfuerzo de intensidad elevada o realizamos un movimiento inapropiado. Estas lesiones pueden aparecer durante el transcurso del esfuerzo o bien con posterioridad al mismo.
Para evitar este tipo de lesiones, lo más importante es realizar un buen calentamiento previo al ejercicio, pero aunque esto no asegura al 100% que no vayamos a sufrir una contractura, si que reduce los riesgos.
Tendinitis
Una tendinitis propiamente dicha es la inflamación de un tendón, y puede producirse por un golpe, un esfuerzo excesivo de la articulación o por el roce continuo del tendón (generalmente contra un hueso, como por ejemplo es el caso de la tendinitis del supreaespinoso).
Como medidas preventivas para evitar la aparición de esta patología, se recomienda evitar los movimientos excesivamente repetitivos y evitar así mismo realizar movimientos más intensos de lo debido (el trabajo en el gimnasio con cargas excesivamente elevadas puede ocasionar igualmente una tendinitis). En cuanto a su tratamiento, el reposo, la aplicación de hielo y el uso de antiinflamatorios son las medidas más utilizadas para ello.
Rotura muscular
La definición propiamente dicha de rotura muscular es la ruptura parcial o total de las fibras que componen el músculo. Por norma general, la gente piensa en una rotura como algo "grande" dentro de lo que en cuanto al tamaño del músculo se refiere, y la realidad es que las tan conocidas agujetas ya se incluyen dentro del primer grupo de roturas musculares (las agujetas al fin y al cabo son microrroturas de fibras del músculo).
Como causas más comunes en el origen de una rotura muscular podemos encontrar algunas de las siguientes: traumatismo directo en la zona afectada (aquí podríamos hablar del típico "bocadillo" que se produce cuando jugamos al fútbol o de un golpe recibido en la espalda a causa de una caída o un accidente de tráfico), una fatiga extrema del músculo durante la realización de un esfuerzo físico (aún estando debidamente preparado ese músculo para ese esfuerzo), sedentarismo prolongado (el cual hace que cualquier acción "no típica" pueda derivar en una rotura muscular por la falta de costumbre), la desnutrición o algunas enfermedades como la diabetes.
La clasificación de las roturas musculares es la siguiente:
a) Rotura leve o de Grado I: se produce por la rotura de alguna fibra muscular o por microroturas como en el caso de las agujetas. Se caracteriza por una ligera sensación de molestia en la zona afectada, manteniéndose la movilidad completa de la misma.
b) Rotura moderada o de Grado II: existe tumefacción en la zona y ya se aprecia una ligera pérdida de movilidad en la zona. Hay una rotura moderada de las fibras del músculo y/o tendón. Casi con toda seguridad se apreciará también un hematoma en la zona afectada.
c) Rotura grave o de Grado III: se produce ya una rotura completa del vientre muscular o del tendón. Caracterizada por una mayor pérdida de movilidad y una palpación dolorosa y en la que se aprecia cierta deformidad en la zona.
Sobra decir que ante una rotura muscular el reposo va a ser fundamental en la recuperación de la misma, sea necesario o no el tratamiento quirúrgico.
Lesiones del manguito rotador
Lo primero que hay que decir de este tipo de lesiones es que debido a la zona anatómica de la que se trata y la cantidad de movimientos que realizamos en nuestro día a día, se trata de una zona muy sensible y cuya rehabilitación es, en ocasiones, difícil y bastante lenta.
El manguito rotador es un conjunto de músculos, tendones y ligamentos situados en la articulación del hombro y cuya principal función es la de dotar de estabilidad a la misma. Las lesiones más comunes que podemos encontrarnos en esta zona son las tendinitis (inflamación de los tendones, siendo el supraespinoso uno de los más comunes), bursitis o desgarros (en la imagen podéis ver la comparativa de cuando me lesioné el hombro derecho, abajo, con el hombro izquierdo que estaba sano, arriba).
Síndrome del túnel carpiano
La excesiva presión recibida por el nervio mediano (responsable de la sensibilidad y movimiento de algunas partes de la mano), puede provocar entumecimiento, debilidad, hormigueo o incluso, en los casos más graves, daño muscular en mano y dedos. Una de las causas más comunes suele ser la inflamación de este nervio (tendinitis del nervio mediano). Debido a que la zona por la cual "discurre" el nervio mediano se conoce con el nombre de Tunel carpiano, esta patología recibe el nombre de Síndrome del túnel carpiano.
¿Cómo podemos evitar éstas lesiones?
Por desgracia, estar 100% a salvo de una lesión es algo imposible de conseguir, pero si queremos minimizar las posibilidades de sufrir alguna de estas lesiones, estos algunos consejos que debemos seguir:
Realizar un buen trabajo de movilidad articular ayudará a nuestros articulaciones a mantener un rango de movimiento óptimo y evitaremos forzarlas. Esto influirá en la tensión y el trabajo que soportan los tendones y ligamentos y los mantendrá en buen estado para los esfuerzos físicos.
Fortalecer nuestra musculatura y mantener un buen tono muscular hará que los músculos que recubren los huesos formen una protección mucho más fuerte y compacta ante posibles traumatismos directos.
Mantener una buena alimentación y un estilo de vida saludable evitará que podamos sufrir problemas en los huesos como la osteoporosis, lo cual podría derivar en fracturas óseas ante el menor incidente.
Cuando vuestro cuerpo os mande una señal de dolor, tenedlo en cuenta, ya que puede ser el primer y único aviso antes de sufrir una lesión más grave. Por ejemplo, si ignoramos los calambres que nos envíe nuestro cuerpo durante la práctica deportiva, podemos acabar sufriendo una rotura muscular.
Si evitamos en la medida de los posible los movimientos repetitivos, estaremos reduciendo las posibilidades de sufrir una tendinitis, por ejemplo, en el manguito rotador del hombro (una lesión bastante lenta de recuperar).
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