El ejercicio físico ha demostrado en incontables ocasiones ser enormemente beneficioso para la salud. Y no solo para nuestro cuerpo, sino para nuestra mente. El dicho de mens sana in corpore sano no es baladí.
Pero, ¿por qué? ¿Qué beneficios puede tener ejercitar nuestros músculos con respecto a nuestra cabeza? Esta relación es uno de los máximos exponentes de ese otro dicho de que somos "más que la suma de todas las partes".
El ejercicio físico ayuda a mantener el cerebro
Comencemos por un hecho: el ejercicio físico ayuda, fisiológicamente, a nuestro cerebro. Sí, cuando nos ejercitamos provocamos una serie de reacciones en nuestro sistema nervioso. Estas reacciones están mediadas por señales neuronales y eléctricas. La primera de esas consecuencias es que el ejercicio ayuda a generar más neuronas.
Aunque las neuronas son unas células especializadas, con una poca tasa de aparición, no es cierto que las que perdemos se vayan para siempre. El tejido neuronal tiene cierta capacidad plástica, que se pierde con el tiempo, y que permite recuperar parte del mismo. Las investigaciones han comprobado que el ejercicio es capaz de estimular la neurogénesis, especialmente en el hipocampo, la zona asociada con el aprendizaje.
También ayuda a mantener lo que se conoce como "materia gris", una sustancia muy presente en nuestro cerebro y que es responsable de la transmisión de información. Esta materia gris está asociada a la agilidad de pensamiento. La edad y algunas enfermedades destruyen y hacen disminuir la cantidad de materia gris en nuestro cerebro, y parece que el ejercicio ayuda a mantenerla en buen estado.
También nos sirve para mantener las operaciones mentales
Una de las cuestiones más importantes del ejercicio es que nos ayuda a mantener la concentración con más facilidad. Mantener el foco de atención es difícil en un mundo lleno de estímulos cambiantes y constantes. Varios estudios han analizado la capacidad de concentración de personas que estaban en forma, frente a las que no lo estaban, así como la de personas que habían empezado a entrenar pocos meses antes frente a las que llevaban una vida sedentaria.
Los resultados mostraron no solo que la gente en forma se concentraba más fácilmente, sino también que el hecho de empezar a hacer ejercicio supone una mejora en la capacidad de concentración. Muy relacionado, el ejercicio también ha demostrado potenciar las funciones ejecutivas. Estas nos sirven para cumplir tareas complicadas o resolver problemas complejos.
Siguiendo con este tipo de estudios, también se ha observado que existe una importante relación entre el ejercicio físico y la memoria a largo plazo. Por ejemplo, las personas que se ejercitan durante un periodo de una media hora, cuatro horas después de haber estudiado y aprendido algo, lo recordaban mejor. Curiosamente, no encontraron efectos significativos si el ejercicio se hacía justo después de la sesión de estudio.
En otro estudio se analizó la misma cuestión, pero dividiendo a los voluntarios en tres grupos distintos. Todos debían memorizar cierta información contenida en dos párrafos de texto. A uno de los grupos se les mostró el texto después de entrenar, a otro antes y al tercero no se le pidió entrenar ni antes ni después. Los resultados mostraron que el grupo que había entrenado antes de leer el texto lo recordaba significativamente mejor que los otros dos.
El ejercicio como remedio a problemas mentales
Por si fuera poco, el ejercicio ha demostrado ser un método eficaz para prevenir y tratar algunos problemas de origen mental. Entre ellos, por ejemplo, está la depresión. Esta es una de las principales causas de discapacidad en el mundo, y aun así no es fácil de tratar. Según algunos estudios, el ejercicio físico podría ser uno de los principales y más efectivos tratamientos contra la depresión y otros trastornos del humor y la personalidad.
El efecto antidepresivo del ejercicio físico podría estar relacionado con la segregación de la serotonina, el principal neurotransmisor responsable de nuestro sistema de recompensa. Este influye en nuestro estado de ánimo, la aparición de la ansiedad y la gestión de la sensación de felicidad.
Pero, además, y relacionado con esto, el ejercicio ayuda de manera efectiva a reducir y controlar la aparición del exceso de estrés. El estrés no es un elemento que tenga que ser, por sí mismo, negativo. Pero su exceso sí puede ser pernicioso para la salud.
El ejercicio físico es efectivo para combatirlo, ya que hace que el cerebro libere endorfinas, dopamina y norepinefrina, así como la serotonina de la que hablábamos. Todas estas sustancias se asocian con una mejora de las funciones cognitivas, el estado de alerta y la mejora del humor.
Para añadir más beneficios a estos aspectos, el ejercicio físico nos ayuda a mantener unos patrones de sacrificio y comportamiento. Estos nos brindan los aspectos y estructuras mentales, así como la disciplina necesarios para mantener una mejor "salud" mental, ayudándonos a relativizar los esfuerzos y superar los problemas con los que nos encontramos día a día.
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