Gente que cuando se bebe un par de copas se vuelve inusualmente agresiva y a la que no conviene dejar sola para que no se meta en jaleos. ¿Te suena? Si no conoces a nadie a quien le pase esto, es probable que sea porque eres tú el que se comporta así.
¿Por qué ocurre esto, y por qué les pasa a algunas personas y no a otras? La clave está en cómo el alcohol afecta a nuestras funciones neuronales.
El efecto túnel del alcohol
El alcohol es un depresor del sistema nervioso, y como tal reduce nuestra capacidad de pensar con claridad: reduce nuestro foco de atención y nos produce lo que llamamos efecto túnel, en el que solo vemos lo que tenemos delante pero perdemos la visión periférica.
Así que si alguien nos provoca cuando hemos bebido más de la cuenta, es posible que no pensemos con claridad en todos los factores que hay en juego, como las consecuencias de entrar al trapo. Y esto puede llevar a reacciones violentas ante cualquier provocación por parte de personas que en otras circunstancias simplemente se darían la vuelta.
Cuando no vemos las señales
El alcohol causa cambios químicos en el cerebro que en principio te hacen sentirte relajado, uno de los motivos por los que muchas personas disfrutan tomándose una copa o dos. Sin embargo, a veces la ansiedad es algo bueno, ya que nos protege al hacernos evitar determinadas situaciones.
Cuando hemos bebido, este sistema de aviso no funciona igual, y eso puede llevarnos a situaciones peligrosas o de confrontación que en situaciones normales evitaríamos.
Además, al beber se trastoca la forma en que procesamos la información, y lo que nos pone en mayor riesgo de malinterpretar las acciones y palabras de otro, así como a leer mal las claves sociales que normalmente entenderíamos sin problema. Esto puede dar pie a encontronazos y peleas.
¿Qué ocurre en el cerebro?
Un equipo de científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur realizó un experimento para ver directamente este fenómeno. Reclutó a 50 voluntarios, todos hombres jóvenes, y les dio de beber: a unos vodka y otros placebo sin alcohol.
Observaron que tras solo dos copas, la actividad se modificaba en el córtex prefrontal del cerebro, un área que afecta el nivel de agresividad de las personas. Esto, que es algo que los científicos ya sospechaban, era la primera vez que se observa directamente.
Tal y como explica Thomas Denson, investigador jefe del estudio:
"Aunque había una disminución general de la actividad por efecto del alcohol en el córtez prefrontal, observamos una relación positiva entre el córtex prefrontal dorsomedio y dorsolateral y la agresividad a causa del alcohol. Estas regiones del cerebro pueden estar implicadas en diferentes comportamientos, como por ejemplo tranquilidad o agresividad, dependiendo de si la persona está sobria o alcoholizada".
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