Un nuevo estudio sobre los efectos protectores del vino para el corazón acaba de ver la luz. "Vuelta la burra al trigo", como dicen en mi pueblo. El debate sobre el vino y la salud cardiovascular sigue activo desde hace décadas. A un lado del ring las investigaciones que afirman que una copa de vino al día mejora la salud; al otro lado los estudios que no encuentran dicha asociación; y en alguna otra parte la contundente literatura que señala el alcohol como dañino. ¿Quién ganará?
Vino y enfermedad cardiovascular
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad a nivel mundial, con un estimado de 17,9 millones de muertes cada año, lo que representa el 32% del total de muertes a nivel mundial. Existe un gran interés en encontrar estrategias de prevención efectivas para reducir esta carga y, en consecuencia, las intervenciones nutricionales han recibido una atención cada vez mayor.
La dieta mediterránea es una de las más estudiadas por sus beneficios a la hora de reducir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Dentro de dicha dieta encontramos verdaderas joyas de países como España que están a orillas de mar Mediterráneo como el aceite de oliva virgen extra o el vino.
Si bien el consumo de alimentos presentes en la dieta mediterránea como el aceite de oliva virgen extra, verduras de cercanía y temporada, etc. no tienen debate sobre la salud, hay un debate que sigue en curso: efectos del vino sobre la salud. La ciencia no se pone de acuerdo en este sentido ya que los resultados son contradictorios.
Una nueva publicación a las puertas de la Navidad en la revista European Heart Journal intenta esclarecer el debate investigando un marcador biológico: el ácido tartárico. Este marcador se produce principalmente en las uvas, y con ello en el vino.
Al analizar el ácido tartárico en orina, siempre que se excluya la ingesta de uvas y sus derivados, se puede conocer el consumo de vino. Sin profundizar en bioquímica y datos complejos, en función de la concentración de este marcador biológico en la orina se puede saber la cantidad de vino ingerida.
A su vez, ese dato del ácido tartárico se puede asociar a un riesgo cardiovascular. Por ejemplo, concentraciones más altas de dicho ácido en orina se asocian con menor riesgo de infarto de miocardio.
Resultados de la nueva investigación
Algunos compuestos bioactivos presentes en el vino, como el conocido resveratrol, pueden desempeñar un papel en la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Son dichos compuestos saludables los que dan la fama de saludable al vino. El problema es que van acompañados de alcohol y que la cantidad de resveratrol y otros componentes saludables es baja, así que deberíamos ingerir una cantidad considerable de alcohol en el camino.
La conclusión de los investigadores del estudio de European Heart Journal fue la siguiente: utilizando un biomarcador urinario objetivo y confiable, encontramos que el consumo ligero a moderado de vino se asoció con una menor tasa de eventos cardiovasculares clínicos en una población mediterránea con alto riesgo cardiovascular.
Los datos exactos que obtuvieron fueron que el consumo ligero de vino (entre una copa a la semana y menos de media copa al día) reduce un 38% el riesgo de sufrir una complicación cardiovascular, pero esta reducción llega al 50% cuando el consumo es moderado (entre media copa y una copa al día).
Espera, no vayas a por el vino todavía
Los sujetos del estudio fueron hombres y mujeres con una edad media de 68 años y alto riesgo cardiovascular. A la salud de persona con ese riesgo alto le ocurre como a un principiante que va al gimnasio por primera vez: casi cualquier cosa que haga le mejora.
El estudio es observacional, es decir, no se puede concluir que "A" causa "B", solamente que guardan una asociación en la que si uno sube o baja el otro hace lo mismo o lo contrario. Por ejemplo, la venta de helados se asocia con las muertes por ahogamiento en piscinas.
Ese dato real no significa que por vender helados nos vamos a ahogar más, sino que comemos más helados en verano, época en la que se da la mayor afluencia e las piscinas.
Lo más "fácil" en investigación es llevar a cabo estos estudios observacionales, pero para que sean realmente interesantes deberían ser estudios de intervención nutricional aleatorizados, investigaciones muy costosas en tiempo y dinero. La otra forma "fácil" es conocer los efectos beneficiosos de algunos componentes como los polifenoles del vino (resveratrol y otros), y como el vino los lleva, concluir que el vino es algo casi obligatorio para la salud.
Imagina que tu dietista te dice que debes comer semillas de lino porque te irán muy bien por sus grasas saludables. Vas al supermercado y ves una bolsa de semillas de lino, pero sigues por el pasillo y ves pan de hamburguesa con semillas de lino (son las que están insertadas generalmente los típicos panes de hamburguesa).
Algo así sucede con el vino. Sus polifenoles son espectaculares para nuestra salud, pero van con "el pan de la hamburguesa", en ese caso el alcohol. Por ese motivo hay efectos contradictorios de la ingesta de vino sobre la salud, porque sí es cierto que en una parte nos da algo positivo, pero en la otra no.
Aplicación práctica
Los titulares sobre el vino y la salud hacen pensar al lector que el vino es casi obligatorio para una buena salud. A lo largo del tiempo se ha asociado una copa de vino a una hora de ejercicio, así que ¿por qué ir al gimnasio si me puedo quedar en mi sofá tomándome un vinito? Además, me voy a tomar dos copas para que sean dos horas de gimnasio.
Con el nuevo artículo de European Heart Journal vuelven a surgir titulares como "Tomar hasta 35 copas de vino al mes se vincula con menor riesgo cardiovascular en mayores, según un estudio". Aunque dentro de estos artículos se explica con detalle la realidad, el mensaje final es algo así como: "bébete la copa de vino que hoy no te las ha tomado y eso no es bueno para la salud".
Aunque el sentido común es el menos común de los sentidos, beber vino por el resveratrol, o comer hamburguesa doble con queso por las semillas de lino, sabemos que no tiene sentido. Ahora sí, si comparamos un vino con un refresco azucarado tendríamos una lucha en la que alcohol y azúcar (con otras cosas) se enfrentarían.
En conclusión: si te apetece una copa de vino de vez en cuando puede ser interesante e incluso buena para la salud, o al menos neutra, como señalan algunas investigaciones. Eso sí, no hace falta que te tomes 35 copas de vino cada mes. Puedes obtener esos mismos compuestos saludables de un puñado de uvas. A partir de ahí, la dieta saludable será la que determine los riesgos de salud presentes y futuros.
Referencias
Inés Domínguez-López, Rosa M Lamuela-Raventós, Cristina Razquin, Camila Arancibia-Riveros, Polina Galkina, Jordi Salas-Salvadó, Ángel M Alonso-Gómez, Montserrat Fitó, Miquel Fiol, José Lapetra, Enrique Gómez-Gracia, José V Sorlí, Miguel Ruiz-Canela, Olga Castañer, Liming Liang, Lluis Serra-Majem, Frank B Hu, Emilio Ros, Miguel Ángel Martínez-González, Ramon Estruch, Urinary tartaric acid as a biomarker of wine consumption and cardiovascular risk: the PREDIMED trial, European Heart Journal, 2024;, ehae804, https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehae804
Imágenes | Cody Scott Milewski (Unsplash), Kym Ellis (Unsplash), Kelsey Knight (Unsplash)
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