Los trastornos de alimentación afectan a aproximadamente el 5% de la población española y suponen un problema de salud pública mucho más variada de lo que parece. Y es que los trastornos pueden ir desde la conocida anorexia, pasando por la bulimia, hasta el trastorno de apetito desenfrenado, entre otros.
A pesar de lo que podría parecer, la realidad es que los atletas y deportistas son más vulnerables a este tipo de trastornos que el resto de la población. Esto es lo que indica un informe elaborado por el Instituto Australiano del Deporte y la National Eating Disorders Collaboration de Australia.
Es por ello que, en este mismo informe, señalan la importancia que tiene realizar una prevención y detección precoz adecuada. Para ello recomiendan un protocolo y unas claves a seguir de manera interdisciplinar por parte de sus médicos, entrenadores, nutricionistas y psicólogos.
Además de esto, especifican algunos de los factores de riesgo que el equipo del deportista debería tener en cuenta para estar pendientes, entre ellos, factores de riesgos biológicos como la edad, el estado de desarrollo o que sufran un desarrollo diferente al del resto.
También factores psicológicos como distorsión de la imagen física, baja autoestima, neuroticismo, perfeccionismo, etc. También señalan otros factores de riesgo como los socioculturales, factores específicos relacionados con el deporte como el cambio de peso por lesiones, la presión de los entrenadores, etc. y factores relacionados con el género.
Además, este informe también indica señales de alarma que podrían poner en alerta a las personas y profesionales que se relacionen con el atleta o deportista. Entre ellos, cambios en el comportamiento como empezar a tener más cuidado con las calorías o con los alimentos que ingieren, pensamiento polarizado, muchas visitas al baño después de comer, poca flexibilidad en cuanto a la nutrición, etc.
Otras señales serían los cambios físicos como empezar a llevar ropa muy ancha y floja para esconder el cuerpo, exceso de actividad física - con riesgo de lesionarse o incluso después de lesionarnos -, baja grasa corporal, enfermedad habitual, mal aliento, entre otras. También se pueden presentar cambios psicológicos de los que tendrían que estar pendientes, como problemas de salud mental, más críticas a el propio cuerpo, perdida del control en relación a la comida o distorsión de la imagen corporal.
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