En ocasiones comemos y comemos y seguimos sintiendo un hambre difícilmente controlable. Es posible que, incluso, nos lleve a darnos atracones y nunca nos sintamos saciados. Si esto nos ocurre es más que probable que lo que sentimos no se trate de hambre fisiológica, sino de hambre emocional. Por ello, es importante que sepamos qué es el hambre emocional y cómo podemos controlarla.
Qué es el hambre emocional
Se trata de un tipo de hambre que nos provoca la necesidad de comer como respuesta a momentos de estrés o emociones negativas. Es una herramienta que utilizamos para enfrentarnos a estas emociones, cuando no contamos con otra herramienta para manejarlos.
Este tipo de respuesta puede deberse a que tengamos una mala conciencia interoceptiva. Esto quiere decir que interpretamos mal algunas de las sensaciones que nos envía nuestro cuerpo. Por otro lado, también puede deberse a la forma que tenemos de reaccionar a los síntomas fisiológicos que nos provocan algunas emociones - especialmente las negativas -.
El hambre emocional puede ser especialmente incontrolable cuando estamos a dieta. Esto se debe a que, en estos casos, nuestro cuerpo no sabe si la menor ingesta de alimento se debe a una elección voluntaria o a que estamos en un momento de escasez de alimento forzada. En estos casos, nuestro organismo responde generando más hambre. Si esta sensación de hambre es difícilmente controlable en una situación emocional neutra, aún lo es más cuando sufrimos estrés.
En general, el hambre emocional se trata de una estrategia poco adaptativa que algunas personas presentan ante una situación de estrés o como estrategia de regulación emocional, a falta de una respuesta o herramienta más adecuada.
Cómo podemos controlar el hambre emocional
El primer problema que se nos presenta a la hora de intentar controlar el hambre emocional es ser capaces de reconocer que se trata de hambre emocional. Y, una vez reconocido, saber si es un problema puntual o se trata de algo crónico: una estrategia a la que recurrimos a menudo. Una vez descubierto esto, existen varias claves que nos pueden ayudar.
Acudir a un profesional de la salud mental
Especialmente si se trata de una estrategia que tenemos cronificada, acudir a un profesional de la salud mental nos ayudará a reconocer las causas que nos llevan a hacer uso de esta herramienta. Una vez que sepamos reconocer cuáles son esas causas, y cómo reaccionamos exactamente. Posteriormente, nos ayudará a obtener nuevas estrategias más adaptativas que no acaben en un atracón.
Buscar nuevas estrategias de relajación
Sabemos que el estrés es uno de los principales motivos por los que podemos acabar sufriendo problemas relacionados con el hambre emocional. Sabiendo esto, lo ideal es que busquemos otras estrategias o herramientas diferentes para manejar el estrés.
Para ello existen varias técnicas efectivas que nos pueden ayudar. Entre otras cosas, puede ayudarnos aprender técnicas de relajación como la de Jacobson. También es buena idea que aprendamos técnicas de respiración, como la diafragmática que nos ayudará a conseguir relajarnos en momentos de estrés. Hacer ejercicio o escuchar música también puede ayudarnos.
No tener comida poco saludable a mano
Este es el truco más sencillo, en principio, pero puede ser difícil de llevar a la práctica. La realidad es que tendemos a comer lo que tenemos en casa y si no tenemos comida poco saludable a la vista no nos la comeremos.
Por ello, si sabemos que en momentos puntuales de estrés solemos acudir al alivio momentáneo de la comida, una solución a corto plazo es la de no tener demasiada comida en casa y, por supuesto, tampoco comida que no sea saludable. De esta manera, nos evitaremos los atracones.
Conocernos a nosotros mismos
En muchos casos creemos que nos conocemos perfectamente, pero puede resultarnos complicado reconocer las reacciones y mensajes de nuestro cuerpo. Es muy importante que nos dediquemos el tiempo para conocer cuándo realmente sentimos hambre fisiológica, cuándo estamos pasando por un momento de estrés, cómo reacciona nuestro cuerpo ante este estado, etc.
De esta manera, seremos capaces de reconocer cuando el hambre es real y cuándo es emocional y podremos dar una respuesta adecuada a cada caso. Seremos conscientes de lo que nos está ocurriendo y buscaremos soluciones más adaptativas.
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