La forma que tiene nuestro cuerpo es una combinación de factores que están en nuestra mano (qué comemos y cuánto, cómo entrenamos y con qué intensidad...) y otros que por mucho que queramos no dependen de nosotros (la edad, el sexo, nuestra constitución y metabolismo...).
Así que si alguna vez te has preguntado por qué aunque te mates a abdominales siempre queda ahí una pequeña porción de grasa que se ríe en tu cara de tus intentos por hacerla desaparecer, estos son algunos de los motivos.
La diferencia entre hombres y mujeres
Una de las principales diferencias es sexual: las mujeres tienen en proporción más grasa que los hombres, entre un 6 y un 11% de grasa más que los hombres.
Además, unas y otros la acumulan en zonas diferentes: mientras que ellas la tienen sobre todo en la zona gluteofemoral (los glúteos, las caderas y los muslos que forman las temidas cartucheras), ellos la llevan sobre todo en la zona abdominal (y de ahí esa curvada barriguita).
Lo curioso es que esde el punto de vista del equilibrio energético, no hay una explicación para esto, ya que normalmente consumen menos calorías, y de hecho queman más calorías cuando hacen ejercicio. Y sin embargo, acumulan más grasa corporal, lo que sugiere que sus cuerpos son mucho más eficientes a la hora de acumular grasa (es decir, hacen más con menos). ¿Por qué ocurre esto.
El efecto de las hormonas
El motivo de que las mujeres acumulen más grasa y lo hagan en esos sitios está relacionado con la maternidad y con las hormonas sexuales: el cuerpo de las mujeres pasa gran parte de su vida preparándose para el momento del embarazo, el crecimiento fetal, el parto y la lactancia, que requieren una enorme cantidad de energía.
En cuanto al sitio concreto en el que se localiza esa grasa, no a todas las mujeres se les coloca exactamente en el mismo sitio, y parece estar relacionado el clima: en los países cálidos la grasa se acumula sobre todo en los glúteos (en las mujeres africanas y afroamericanas), en las caderas (en las mujeres mediterráneas) y en la zona abdominal (en algunas asiáticas), mientras que en las zonas frías, la grasa de as mujeres se distribuye de forma más homogénea por todo el cuerpo.
Esto tiene que ver con la función termorreguladora que cumple ese tejido graso: en los países fríos ayuda a mantener la temperatura corporal, mientras que en los cálidos, evita formar una capa que dé demasiado calor a la mujer. En cualquier caso, en cualquier distribución, esa grasa siempre juega el mismo papel: asegurar su supervivencia y la de su especie en tiempos de escasez.
El papel de la evolución
Porque no olvidemos que por mucho que nos empeñemos en cambiarlo, la forma de nuestro cuerpo tiene siempre un motivo orientado a hacernos sobrevivir y moldeado siempre tras siglos de evolución.
Nuestros cuerpos aprendieron a acumular grasa cuando las calorías no eran algo tan abundante a nuestro alrededor como lo son hoy
Nuestros cuerpos aprendieron a acumular grasa cuando las calorías no eran algo tan abundante a nuestro alrededor como lo son hoy. Cuando cada comida había que cazarla o recolectarla, los nutrientes eran un bien preciado y si un día podías comer más de lo necesario, tu cuerpo daba la bienvenida a los nutrientes extra y los almacenaba cuidadosamente en forma de grasa.
El problema es que a día de hoy, no hay escasez de calorías a nuestro alcance, sino todo lo contrario. Si nos dejamos guiar por nuestros impulsos, tendemos a comer más calorías de lo necesario, algo que ya no es crucial para salvarnos la vida porque, en la mayoría de los casos, sabemos que volveremos a nutrirnos sin problemas ese mismo día y todos los posteriores.
Pero la evolución va más lenta que la sociedad y nuestro cuerpo sigue acumulando las calorías de más en previsión de una temida escasez.
Tu somatotipo
Otra cosa que afecta a cómo acumulas grasa, cuánta y dónde es tu somatotipo. Somatotipo fue un concepto acuñado por el psicólogo William Herbert Sheldon en la década de 1940 con el que asociaba a cada morfología un tipo de carácter. Esta teoría ya está superada, pero sí que se mantiene en muchos casos su clasificación meramente física, que consiste en tres categorías:
- Endomorfos: son personas fuertes con estructuras óseas grandes, de hombros y caderas anchos. Tienen facilidad para ganar masa muscular, pero también acumulan grasa fácilmente.
- Mesomorfos: tienen el tipo de cuerpo que solemos asociar con el ideal, de hombros anchos, cintura más estrecha, ganan masa muscular sin demasiado esfuerzo y no suelen acumular grasa.
- Ectomorfos: tienen una estructura ósea más ligera y alargada, son personas altas y de miembros largos que aunque no suelen acumular grasa, tampoco ganan músculo con facilidad.
¿Qué puedo hacer para cambiar esto?
La respuesta es que nada... y todo.
Me explico. Probablemente no haya nunca nada que te haga cambiar totalmente la forma de tu cuerpo y cómo este almacena grasa: tu cuerpo es como es, determinado en gran parte por tu genética, y ahí poco puedes hacer. Así que aprende a aceptarte como eres y a disfrutar de todas las cosas fantásticas que tu cuerpo te permite hacer precisamente por ser como es: disfruta de tus curvas si las tienes, de tus miembros largos que te hacen correr de forma más eficiente o de la facilidad para perder grasa si es tu caso.
Pero por otro, tus hábitos y rutinas cotidianas tienen un gran impacto en tu cuerpo (y en tu salud), y eso sí que puedes controlarlo. Asegúrate de comer de forma saludable y si tiendes a acumular grasa, saberlo puede ayudarte a comer de forma que evites los excesos. Además, el entrenamiento en una u otra disciplina puede ayudarte a sacar el máximo partido a las particularidades concretas de tu cuerpo: no es lo mismo levantar peso si tiendes a ganar músculo con facilidad que si no lo tienes tan fácil, y lo mismo ocurre con el running, montar en bicicleta o jugar al tenis.
Piensa que tu cuerpo es único y que puedes cuidarlo y disfrutarlo para que te dure mucho tiempo en buenas condiciones. No hace falta que lo cambies, solo que lo entiendas y lo aproveches.
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