El consumo de alimentos probióticos como el yogur está relacionado con una mejora de la salud intestinal porque se supone que promueven el crecimiento de la microbiota, el conjunto de bacterias que viven de forma natural en nuestro intestino y que nos ayudan a digerir mejor los alimentos. También se supone que mantiene en buen estado otros grupos de bacterias, como la flora vaginal.
Sin embargo, tras estas afirmaciones (a veces bienintencionadas), la ciencia no tiene tan claro que tomar antibióticos sea realmente tan útil.
El último estudio
Un estudio reciente publicado en la revista Cell confirma esas dudas. Para averiguar lo que ocurre realmente en el interior de las personas cuando ingieren probióticos, inmunólogos del Instituto Weizmann de Ciencia de Israel tomaron muestras del microbioma de voluntarios sanos realizándoles endoscopias y colonoscopias, en vez de confiar en muestras fecales como hacen la mayoría de las investigaciones en este área.
Después dieron a 15 de esos voluntarios o bien algunos productos probióticos que se pueden encontrar en el mercado o bien un placebo.
Los resultados mostraron, para empezar, que los microbios que se encuentran en las heces no son representativos de los que han colonizado los intestinos, así que confiar en muestras fecales como indicadores del efecto de los probióticos o de cualquier otro factor relacionado con éstos es algo impreciso e incorrecto.
Los resultados postraron también que si bien los probióticos lograron colonizar el tracto intestinal de algunos voluntarios, el microbioma de otros lo expulsó directamente, y no había forma de predecir lo que ocurriría con cada uno de los voluntarios, ningún factor que lo indicase. Esto querría decir que los probióticos estándar no funcionan para todo el mundo por igual, y que en caso de que sus efectos positivos se demostrasen, habría que crear distintos probióticos para distintas personas.
Otras investigaciones que dudan de su eficacia
Cuenta Julio Basulto en este artículo que se pueden localizar más de 16.000 estudios sobre probióticos en el repositorio científico PubMed, y no todos ellos sacan conclusiones a su favor.
En 2016, NHS Choices, un portal de salud perteneciente al servicio de salud británico hizo una revisión de esos estudios. Concluyó que el consumo de yogur puede ser beneficioso como tratamiento de la intolerancia a la lactosa, y que determinadas cepas de de probióticos podrían mitigar algunos síntomas del colon irritable o la colitis ulcerosa. Pero terminó añadiendo que hacen faltan más evidencias sólidas para recomendar los probióticos como un tratamiento efectivo.
Otra revisión sistemática realizada ese mismo año llegaba a la misma conclusión: "no hay evidencias que muestren un impacto de los probióticos en la composición de la microbiota fecal en adultos sanos". Si el reciente estudio de científicos israelíes se replica y se confirma que las muestras fecales no son un indicador fiable del estado de la microbiota intestinal, quizá haya que replantearse estos resultados, pero hasta la fecha, son los más fiables.
Sí que hay casos en los que el uso de antibióticos sí parece tener un efecto positivo. Es principalmente el de los niños con diarrea a causa del consumo de antibióticos. El motivo es que cuando tomamos antibióticos para una infección, estos acaban con las bacterias que nos enferman, pero también con otras de las que son beneficiosas. En estos casos, el consumo de probióticos sí que puede ayudarnos, aunque no se recomienda en niños que tengan otros problemas inmunológicos.
Parece por tanto que el consumo de probióticos que tanto nos recomienda la publicidad y que a veces incluso nos aconsejan desde las farmacias puede no ser siempre tan saludable, no porque sean dañinos sino porque en muchos casos no tienen ningún efecto, especialmente si estamos sanos y si los probióticos son productos estándar de los que podemos encontrar en el mercado.
Imágenes | Pixabay
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