Según un estudio realizado por médicos ingleses y que compara las dietas en diferentes momentos en la historia: época romana, medieval y actual, en la Edad Media la dieta era más sana y equilibrada que en la actualidad.
¿Cómo puede ser eso cuando la imagen que tenemos de ese periodo es de personas desdentadas y enfermizas y no existía una industria alimenticia como en el siglo XXI?
Pues tal vez, precisamente por eso. El doctor Henderson asegura que las ventajas de la dieta medieval eran por ser baja en grasas, rica en vegetales, acompañada de cerveza y con ausencia total de azucares refinados. Es decir productos naturales, frescos (porque no había frigoríficos) y sin refinar, conservando todas sus propiedades nutritivas. Nada que ver con muchos de nuestros productos refinados, procesados y con exceso de conservantes y otros aditivos.
Y todo eso se traducía en que el hombre medieval no moría de las llamadas enfermedades de la civilización porque tenía mucho menor riesgo de padecer colesterol, diabetes y problemas cardiacos. Además, a los beneficios de su dieta sana hay que sumarle la gran cantidad de ejercicio que realizaban con 12 horas de trabajo intenso frente al gran sedentarismo actual.
Según el estudio: el labriego promedio del medioevo en Inglaterra comía casi dos barras de pan al día, unos 250 gramos de carne o de pescado y una gran cantidad de verduras, todo ello regado con tres pintas de cerveza. En total se estima que la ingesta aportaba entre 3.500 y 4.000 calorías.
Pero no todo eran alegrías, lo que no enfermaba la alimentación lo hacían las guerras, epidemias y épocas de hambrunas. La esperanza de vida era de 30-40 años según los expertos. Supongo que en épocas de paz esa cifra sería más alta porque el Rey Arturo y otros personajes medievales famosos no eran precisamente treintañeros.
Después de examinar documentos de aquella época, el Dr. Henderson sugiere que las comidas medievales quizás incluso fueran mejores que la famosa "dieta mediterránea" de la que gozaban los romanos porque los ricos cenaban en exceso y los pobres no tenían suficientes alimentos.
En conclusión, la lección que podemos extraer sin renunciar a todos nuestros avances tecnológicos y alimenticios es que la apuesta por una dieta más sana, natural y ecológica y más deporte también previene muchas enfermedades modernas aunque no llevemos un casco y una espada.
Y no es la primera vez que nos hacemos eco de este tipo de estudios, hace unos meses informamos de que la dieta paleolítica puede ser mejor que la mediterránea para los diabéticos.
Esperemos que los científicos sigan investigando sobre la dieta pero sin obligarnos a perder ciertas comodidades de la civilización.
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