Cuando se hace dieta para perder peso y grasa es común oír hablar de los peligros de provocar algún daño a nivel metabólico, sobre todo si es agresiva o muy duradera. Estos peligros incluyen la imposibilidad de seguir perdiendo peso o grasa a partir de cierto punto, el insomnio, la irritabilidad o la debilidad generalizada.
Es cierto, un déficit calórico agresivo o duradero puede provocar este tipo de síntomas, pero ¿realmente podemos hablar de un daño a nivel metabólico?
En este artículo te explicamos en qué consiste el metabolismo y si realmente es algo que pueda dañarse tal y como se describe cuando hacemos dieta.
¿Qué es el metabolismo?
El metabolismo es la totalidad de procesos bioquímicos que tienen lugar en los seres vivos. Este metabolismo tiene la cualidad de provocar cambios en la naturaleza química de diversas sustancias y nos permite desarrollarnos.
Hasta aquí la definición que encontraríamos en un libro de conocimiento del medio o de ciencias naturales.
No obstante, cuando en la calle se habla de metabolismo no se entiende esto sino más bien la gestión que nuestro cuerpo hace de la energía que consume y que necesita para funcionar. De esta manera, hablaríamos de tres conceptos: metabolismo basal, efecto térmico de los alimentos y NEAT o actividad física no asociada al ejercicio.
¿Podemos dañar nuestro metabolismo cuándo hacemos dieta?
Volviendo al tema que nos ocupa. ¿Es realmente posible dañar el metabolismo haciendo dieta?
Hay personas que creen que el hecho de estar a dieta mucho tiempo de forma ininterrumpida o que esta sea muy agresiva, puede provocar daños metabólicos. Estos supuestos daños metabólicos al final se acaban reduciendo a la imposibilidad de seguir perdiendo grasa a partir de cierto punto.
Es cierto que mantener un déficit calórico durante mucho tiempo acaba provocando adaptaciones, que no daños, que pueden afectar al ritmo de pérdida de grasa. Algunas adaptaciones incrementan la sensación de hambre, y otras, las más severas, pueden llegar a afectar a nuestra capacidad reproductiva de forma momentánea.
No obstante, muchas adaptaciones son de tipo conductual y son las que explican en mayor medida la dificultad a la hora de seguir perdiendo peso y grasa: tendemos a movernos menos, a dormir más e incluso nuestros tics nerviosos disminuyen.
Este tipo de cambios conductuales suelen ser muy leves y pasar desapercibidos. Se tiende a retrasar el despertador un par de veces más de la cuenta o incluso se realizan siestas que antes no se hacían.
Sea como fuere, no existe condición médica alguna que describa un daño metabólico permanente cuando hacemos dieta para perder grasa.
Todas las adaptaciones que comentamos son reversibles en el momento en el que empezamos a comer más comida, incluso las que afectan a la capacidad reproductiva. Si se ha perdido la menstruación o la libido ha bajado, en el momento que empezamos a comer más, esto se revierte. De hecho, existe un famoso estudio, el llamado estudio de Minnesota, donde se vio como un puñado de personas recuperaron su peso y salud después de un periodo de inanición y sin dejar secuelas.
No obstante, sí que hay que tener en cuenta que puede existir cierta predisposición a ganar grasa más fácilmente. Tras perder grasa nuestras células que almacenan grasa, los adipocitos, se vacían. El cuerpo detecta esta bajada y tiende a repletar de nuevo estos pequeños almacenes. La solución es simple: no hagas dietas demasiado restrictivas en poco tiempo, no dejes nunca de practicar ejercicio físico y mantente activo.
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