Ni para adelgazar, ni para ponerme en forma: he vuelto al gimnasio para dormir mejor

Ni para adelgazar, ni para ponerme en forma: he vuelto al gimnasio para dormir mejor

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Ni para adelgazar, ni para ponerme en forma: he vuelto al gimnasio para dormir mejor

Tengo que empezar este post con una confesión: aunque en Vitónica escribo a menudo sobre los beneficios de hacer deporte y sobre trucos para motivarte a entrenar, de hecho, no me gusta demasiado hacer ejercicio. Hay quien disfruta con entusiasmo de poner su cuerpo a mil por hora, de sus músculos llegando al límite, de sudar profusamente.

No es mi caso. Entrenar requiere de toda mi fuerza de voluntad y es una victoria para mí crear el hábito de hacerlo varias veces a la semana. Prefiero hacer casi cualquier cosa antes que ejercicio. Mis músculos piden clemencia y yo estoy más que dispuesta a dársela. Creo que por eso se me da bien dar consejos para motivarse y entrenar: porque a mí también me hacen falta y sé cuáles me funcionarían y cuáles no.

Por qué he vuelto al gimnasio

Pero algo ha cambiado en este año 2018 para mí, algo que ha hecho que me haya apuntado (reapuntado, de hecho) al gimnasio en cuanto ha llegado el mes de septiembre. Y no lo he hecho por adelgazar ni por muscularme, ni tampoco por mejorar mi salud, algo que sé que la práctica de ejercicio de forma habitual tiene el poder de conseguir.

En realidad, lo he hecho para dormir. Así de sencillo. También para ayudarme a mí misma a controlar mejor la ansiedad que desde hace meses (quizá un par de años ya) es una acompañante continua en mi vida. No siempre está en primer plano, pero siempre anda haciendo un ruido sordo de fondo.

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Cuento esto porque es algo que me habría gustado saber a principios de 2018 cuando empecé a ir al gimnasio. Había ido otras temporadas antes, pero el esfuerzo no había pasado de un intento intenso pero breve: buenas palizas, entrenador personal incluido, que habían durado un par de meses o tres como mucho, y luego nada.

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Otros progresos que no se ven

Este año era diferente: tenía un objetivo concreto, una fecha en la que quería tener el mejor aspecto posible, así que sin prisa, pero sin pausa, empecé a entrenar. Y la verdad es que no me gustaba especialmente: aunque considero que todas las motivaciones son igual de valiosas, para mí levantar cosas que pesan para volver a dejarlas en el suelo es algo absurdo que nunca he entendido, y al cardio le veo el mismo problema, el de pedalear o correr sin moverte del sitio. Que alguien me lo explique.

Sin embargo, estaba motivada porque tenía un objetivo y, como ocurre siempre al principio, los primeros resultados son evidentes en poco tiempo. Tardé un poco más en darme cuenta de que otra parte de los resultados también estaba empezando a manifestarse: tenía la cabeza más tranquila, me consumía menos la ansiedad y, sobre todo, estaba durmiendo mucho mejor de lo habitual en los meses anteriores.

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Ya no daba mil vueltas, ni me despertaba en medio de la noche sin poder volver a dormirme. Comprobé maravillada que volvía a costarme salir de la cama al sonar el despertador, algo que había dejado de ser problema porque me había acostumbrado a despertarme un buen rato antes y a esperar la hora de levantarme mirando al techo.

Problema resuelto, ¿no? Sí, pero no para siempre y el deporte es la clave. En mayo por motivos de organización diaria dejé de ir, y no fue inmediato, pero todos mis progresos fueron revirtiéndose: se me volvió a redondear el cuerpo, volvió la ansiedad y volvieron los problemas de sueño.

Estoy en paz con mi cuerpo, yo lo que quiero es dormir

Así que al llegar septiembre, con poco entusiasmo pero muy decidida he vuelto al gimnasio. Ya sé lo que me ayuda, y si para eso mis músculos tienen que protestar un poco, que así sea. La gestión de mi cabeza de una forma positiva es un beneficio más que suficiente, así como dormir y estar descansada el resto del día.

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Casualmente, este verano he llegado a un estado de aceptación de mi cuerpo que nunca había sentido antes: así soy, y así voy a ser a no ser que esté dispuesta a invertir el esfuerzo que hace falta para cambiarme (que es mucho, y no estoy dispuesta), así que no merece la pena gastar la cantidad de tiempo y energía que solía poner en pensar qué cosas de mí cambiaría si pudiese. Ya está. Este es mi cuerpo. Esto es lo que hay.

Así que me da igual adelgazar o no. Estoy en paz con mi aspecto. Yo me he apuntado al gimnasio porque lo que quiero es dormir a pierna suelta.

Imágenes | Unsplash
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