El gusto, el sentido que percibe el sabor de los alimentos y las bebidas, se divide en cinco dimensiones básicas: dulce, salado, ácido, amargo y umami. Cada una sirve como señal que indica la presencia de nutrientes o sustancias específicas en los alimentos: el dulzor indica carbohidratos, el salado indica electrolitos, el umami sugiere proteínas y el ácido y el amargor a menudo indican alimentos inmaduros o en mal estado y la presencia de toxinas, respectivamente.
El olfato es vital para percibir los sabores y aromas de los alimentos y desempeña un papel en la estimulación del apetito. El sentido del olfato ayuda a evaluar la frescura y la seguridad de los alimentos; por ejemplo, puede detectar el deterioro de los alimentos o cambios en la calidad.
El gusto y el olfato trabajan juntos para darnos información sobre el gusto y sabor de los alimentos. Estos dos sentidos están ligados a la evolución y son vitales para la reposición de energía. La información hasta aquí seguramente ya te era conocida, pero la estrecha relación entre el ejercicio y físico y las funciones sensoriales puede que sea algo nuevo para ti.
La desconocida asociación entre el ejercicio físico y gusto
El ejercicio físico puede afectar a las sensaciones gustativas y olfativas, es decir, que hacer un rato de bicicleta estática puede cambiarnos el olor y sabor de los alimentos. Los mecanismos precisos por los que esto sucede no se conocen bien, pero un nuevo estudio ha mostrado cómo un bebida puede saber mejor después de nuestra sesión de ejercicio físico en bicicleta.
Uno de los motivos causantes de esta asociación entre el ejercicio físico y el gusto es que las hormonas liberadas influyen en la sensibilidad del gusto. Para comprobarlo, los investigadores utilizaron una bicicleta en la que los sujetos del estudio pedaleaban al 60% de su frecuencia cardíaca máxima, lo que corresponde a una intensidad media.
Lo que observaron fue que después de pedalear aumentó la preferencia por las bebidas isotónicas de mayor concentración en hidratos de carbono o dulzor.
En otros estudios previos ya se había comprobado que el ejercicio físico tiene un efecto significativo en la percepción del agrado de las bebidas dulces, y que se percibía una dulzura más intensa y mayor apreciación por la solución dulce después del ejercicio.
Además, en otra investigación que analizaba la asociación entre la actividad física y el gusto sugiere que las personas con niveles más altos de actividad física pueden tener una mejor sensibilidad a los sabores salados y amargos. En el olfato no se han encontrado esas modificaciones ni en el nuevo estudio ni anteriores.
Conclusión
El cuerpo humano es espectacular a niveles todavía muy desconocidos. Los seres humanos hemos fuimos generando adaptaciones fisiológicos que permitían no extinguirnos como especie desde los primeros homínidos. Aunque esta escenario en tiempo es muy lejano, a nivel genético no ha cambiado casi nada.
Esa es la razón por la que no es de extrañar que, al igual que sabemos que algo está en mal estado al probarlo u olerlo, seamos capaces de modificar el sentido del gusto en base a la comida que necesitemos. No conocemos qué mecanismos están detrás de esa modificación, pero sí sabemos que el ejercicio físico ha mostrado alteraciones en la sensibilidad gustativa, quizás como mecanismo para reponer rápidamente la energía gastada pedaleando.
Ya tenemos un nuevo motivo para aumentar la cantidad de ejercicio físico en bicicleta estática, u otras opciones, al añadir a los beneficios en la salud que la comida después pueda sabernos más rica.
Referencias
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