Hoy hace un mes que, tras plantearme durante mucho tiempo seguir el reto propuesto por Carlos Ríos de 30 días comiendo comida real, por fin lo inicié. Desde entonces, he pasado 30 días intentando seguir el plan que el conocido nutricionista propone: basar nuestra alimentación en alimentos frescos como las verduras, las frutas, las legumbres, los frutos secos, las semillas y el pescado y carne frescos. Además de complementarlo con buenos procesados.
Durante este tiempo he estado compartiendo mis avances, mis dificultades, la alimentación que he seguido y los retos con los que me he encontrado en la cuenta de Instagram de Vitónica con el hashtag #VitónicaRealFood y cuyas stories destacadas podéis encontrar en este enlace. Además, semanalmente he ido compartiendo por aquí el resumen de toda la semana. Ahora que se acaba el reto toca hacer balance y plantearme qué pasa a partir de ahora: ¿me quedo realfooder o vuelvo a los ultraprocesados?
Un estilo de alimentación más ordenado
La primera semana contaba cómo me había dado cuenta que hacer cambios en tu estilo de alimentación, o al menos en mi caso, suponía hacer cambios en todo lo que rodeaba a la comida: desde la organización de las comidas, la compra, la forma de cocinar y, por supuesto, los alimentos seleccionados.
Asumo que en otras casas la situación será diferente, pero en casa de mis padres nunca se habían hecho menús semanales para después realizar la lista de la compra en base a eso. Mis padres más o menos sabían lo que faltaba de casa y había que comprar y la comida se compraba un poco a ojo pensando en lo que se podría luego elaborar con ellas.
Ahora, como persona independiente, he tenido que buscar mi propia manera de hacerlo y el haber iniciado este reto nos ha ayudado a ser más ordenados. El día antes de ir a la compra planeamos todas las comidas semanales, miramos qué ingredientes tenemos en casa y cuáles no y hacemos una lista de la compra con lo que necesitamos para cocinar las recetas que nos hemos marcado para esa semana.
La primera semana la compra fue un poco más cara porque había muchas cosas que no teníamos, pero después creo que hemos conseguido ahorrar dinero, ya que muchos ingredientes se repiten y ha habido semanas que únicamente teníamos que comprar los alimentos frescos concretos que íbamos a usar, pero nada más porque había sobrado de semanas anteriores.
Además, nos ha ayudado a cocinar más y calcular mejor el tiempo que le dedicamos. En casa nadie era demasiado fan de cocinar, pero ahora mismo forma parte de una rutina que tenemos ya, nos hemos repartido las comidas y somos más organizados que al principio a la hora de cocinar.
Superando las complicaciones
Una de las cosas que más nos ha costado en este tiempo ha sido, por una parte, saber qué tomar cuando estábamos fuera de casa - y no caer en la tentación - y, por otra, saber qué cocinar o pensar en las recetas que íbamos a hacer. Como ya conté en la segunda semana, en casa no nos gusta demasiado cocinar a ninguno y para mantenernos motivados hemos intentado probar recetas nuevas y no hacer siempre lo mismo o lo que ya conocíamos.
Primero, porque ya que estábamos, queríamos experimentar y probar cosas que nunca habíamos probado. Segundo, porque era una forma de demostrarnos a nosotros mismos que comer más saludable no significa comer aburrido. A mí, personalmente, me gustan los sabores fuertes y eso con alimentos ultraprocesados es muy fácil de conseguir. Lo que hemos descubierto es que con este estilo de alimentación también se puede.
Para ello hemos tirado muchísimo de especias y hemos probado mezclas nuevas. Para ayudarnos hemos buscado recetas en Directo al Paladar, en Vitónica y en cuentas de Instagram de nutricionistas. La verdad es que ha sido un proceso muy divertido.
En cuanto a las salidas, las comidas fueras de casa y el salir a tomar algo y tener vida social, lo primero que me he dado cuenta es que no extraño el alcohol para nada. Ni el alcohol, ni tampoco los refrescos. Sí es verdad que al principio me costaba un poco más y que me parecía raro estar pidiendo agua en un bar - sobre todo por el precio que tiene - pero después me he acostumbrado. También he tirado mucho de tés, cafés y agua con gas.
Otra de las cosas que he descubierto es que en muchos bares y restaurantes podemos encontrar algo que comer sin problema. En ocasiones lo más probable es que sea una ensalada sin mucho más, pero al menos podemos comer algo con amigos y familiares - que es lo que realmente nos gusta -. Además, he perdido parte de la vergüenza a preguntar qué llevan las cosas, si me las pueden hacer sin añadirles azúcar o si tienen alguna otra cosa.
En cuanto a la primera dificultad que se me presentó, las personas que me cuestionaban, se preguntaban por qué estaba comiendo así y se reían un poco de este tipo de "obsesiones", esto sigue pasando, pero a mí me importa un poco menos que al principio y no doy tantas explicaciones.
En busca de que los cambios sean permanentes
Durante este mes mi cuerpo ha ido cambiando tanto por fuera como por dentro. Es más, ha cambiado más por dentro que por fuera. Es verdad que cuando empecé este reto pesaba 65,4 kilogramos y esta mañana pesaba 63 kilos. Esto quiere decir que en un mes he adelgazado cerca de dos kilos y medio. Para algunas personas no será mucho, pero, para mí no es ni mucho ni poco, porque no estaba buscando perder peso.
Además, más allá de la pérdida de peso lo que noto es que, yo, que tengo muchos problemas estomacales y mi estómago siempre está resentido, me encuentro mucho menos hinchada, más ligera y más cómoda. El estómago no me ha provocado tantas molestias en este tiempo lo que, en parte, me ha ayudado también a dormir mejor y estar más descansada.
Por otro lado, se han reducido drásticamente los antojos de alimentos ultraprocesados, de dulces, de chocolate y etc. Tengo una tableta de chocolate negro 85% en el armario y a penas la toco más que para algún desayuno aislado. Tengo menos hambre entre horas y me gusta más el sabor de algunas verduras de lo que me gustaban hace un mes, por ejemplo, de los calabacines. Como mucha más fruta y me sabe más dulce que antes. En general, el sabor de los alimentos me resulta diferente. No sé bien explicarlo, pero más intenso y agradable.
Durante esta semana tanto yo, como en casa, nos hemos ido planteando qué íbamos a hacer una vez que el reto terminara y ha sido fácil ponernos de acuerdo. La verdad es que nos gusta y nos resulta cómoda la organización a la que esta nueva rutina nos obliga. Nos encontramos mejor y, en general, nos gusta alimentarnos así.
Así que el plan y la intención, a partir de ahora, es seguir alimentándonos igual en casa y llevar la misma rutina que hemos estado llevando este mes. Fuera de casa planeamos seguir también igual - por ejemplo, yo tengo claro que para mí se han acabado el alcohol y los refrescos - pero siendo un poco más flexibles puntualmente. Es decir, la idea es coger lo que nos gusta, lo que nos va bien y nos resulta cómoda y agradable, pero siendo algo más flexibles cuando sea necesario.
Imágenes | Vitónica