La colitis ulcerosa no es una enfermedad especialmente común, pero tampoco resulta extraña. Su aparición está asociada al dolor y malestar intestinal, a la infección y a la inflamación digestiva.
Todavía no sabemos por qué ocurre, aunque sí que parece tener una clara asociación con una enfermedad autoinmune. ¿Qué sabemos, por el momento, de esta patología? Conocerla y entender lo que hay detrás de ella puede ayudarnos a controlarla.
¿Qué es la colitis ulcerosa?
Se conoce con este nombre a una enfermedad inflamatoria del intestino grueso y del recto. Grosso modo aparece la infección ulcerosa de distintos tramos del mismo, inflamando la mucosa. Los síntomas más típicos incluyen diarrea, que puede ser sanguinolenta, y dolor abdominal, entre otros.
Esta enfermedad es una de las conocidas como “Enfermedades Inflamatorias Intestinales” (EII) entre las que encontramos a la enfermedad de Crohn y la colitis indeterminada, entre otras. No sabemos exactamente qué causa la colitis ulcerosa, aunque está clara la existencia de un componente autoinmunitario. Al parecer, nuestro propio sistema de defensa participa atacando algunas células del colon, aunque no sabemos por qué razón.
Algunas casos apuntan a que esto ocurre como parte de una respuesta inmunitaria a la infección bacteriana o como parte de una reacción alérgica. No obstante, su causa específica no está bien descrita y no se tiene clara qué parte se debe a cuestiones genéticas y cuál a factores ambientales o fisiológicos.
Por el momento, ninguna de las hipótesis propuestas ha podido ser comprobada. Esto implica, por desgracia, que no haya cura excepto a través de la extirpación quirúrgica del colon, cosa que puede resultar contraproducente. Aunque existe evidencia científica que demuestra que las personas que tienen colitis ulcerosa padecen anomalías del sistema inmunitario, se desconoce si estas anomalías son una causa o un efecto de la enfermedad.
¿Qué produce la colitis ulcerosa?
Esta enfermedad se caracteriza por producir una inflamación que puede ser más o menos severa, acompañada de úlceras y abscesos, pus y otras manifestaciones propias de una infección o mucosa dañada. Esta comienza en el recto y en la porción inferior del intestino grueso, propagándose hacia la parte superior por todo el colon. El intestino delgado, sin embargo, solo es afectado de manera indirecta, a la altura del íleon, debido a la inflamación producida "aguas abajo".
Como consecuencia de la hinchazón, el dolor puede resultar muy intenso en el tránsito de las heces, como espasmos de víscera hueca o con los gases propios de la digestión. La aparición de moco en la mucosa hinchada puede producir unas deposiciones untuosas y diarrea. La aparición de úlceras e infecciones puede dar la cara de la colitis ulcerosa al mostrar sangre o pus en las heces.
En ocasiones, la pérdida de sangre puede ser muy profusa, produciendo una anemia que puede resultar leve o severa. La colitis ulcerosa es una afección crónica, y tiene episodios temporales. Además, debido a sus manifestaciones, a veces puede confundirse con otra EII, como la enfermedad de Crohn. Esto enmascara en muchas ocasiones su afectación, dificultando el diagnóstico.
Se puede saber, de manera definitiva, si padecemos esta enfermedad gracias a un diagnóstico diferencial y una endoscopia digestiva baja, en la que se toma una biopsia del tejido. Esta muestra permite a los especialistas descartar otras afecciones mediante pruebas genéticas y moleculares.
¿Se puede tratar la colitis ulcerosa?
Actualmente no existe ninguna cura específica para esta enfermedad. La única, utilizada en casos muy concretos, es la extirpación del colon. Este proceso es complejo, peligroso y muy disruptivo para la persona. Por ello, solo se emplea en pacientes cuyo problema es extremadamente grave y su colon está en un estado prácticamente inservible.
Se sabe que los antiinflamatorios son un método efectivo para controlar la inflamación y el dolor del colon, por lo que suelen ser la primera línea de acción. Además, también se incluyen inmunorreguladores al tratamiento, lo que ha demostrado ser bastante eficientes en la gran mayoría de casos. Esto confirma, en parte, la hipótesis de la afección autoinmunitaria, aunque seguimos sin saber si estas es causa o consecuencia adversa de otro problema desconocido.
Por último, también se recomienda un cambio de estilo de vida y, sobre todo, el control dietético. Hasta la fecha, existen diversas evidencias que indican que una dieta sin gluten o incluso la conocida como "dieta baja en FODMAP" ayuda consistentemente a quien padece la enfermedad. Insistimos en que no se sabe por qué es así, aunque el gluten y los FODMAP han demostrado tener cierta relación con el sistema inmunitario, tal y como hemos visto en enfermedades como la celiaquía.
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