Como todos los impulsos, el hambre y la saciedad están controlados por el cerebro. En particular, constan de unos mecanismos muy finos de regulación que permiten a nuestro cuerpo prepararse para casi cualquier situación.
No importa que sea a corto y largo plazo, el papel que juega el hambre en el control energético y el metabolismo es indisociable, al igual que el de la saciedad. Hoy vamos a explicar el mecanismo que hay detrás.
¿Por qué me da hambre?
Hagamos un repaso muy escueto y simplificado. Cuando bajan los niveles de glucosa en sangre, de azúcar, se dispara una señal de que necesitamos comer. Esta aparece porque una serie de receptores químicos detectan la falta de concentración y transmiten la "señal de alarma" a una parte del cerebro, el hipotálamo lateral. Este se encarga de replicar la señal produciendo lo que se conocen como estímulos vagales: aquí aparece el hambre.
Aunque este estímulo, la hipoglucemia, es el principal controlador del hambre, no es el único, ni mucho menos. La hora, por ejemplo, también ayuda a controlar la aparición de esta sensación, debido a un férreo control circadiano: nos entra hambre a la misma hora, normalmente, incluso aunque hayamos comido no hace demasiado. En general se conocen bastante bien las señales hormonales que conectan el sistema digestivo con el cerebro.
Pero también sabemos que existen otras nerviosas, y otras sensoriales (como la vista o el olfato) aunque estas no están tan bien estudiadas. Un ejemplo de esto es la señal mecánica que produce cierta cantidad de comida en el digestivo. Esto lanza un "aviso" que inhibe el apetito y evita que podamos hacernos daño (físicamente hablando) comiendo. Así, el control es aún más complicado de lo que imaginábamos. Volviendo a lo que sabemos sobre el hambre y la saciedad, de lo que estamos seguros es de que hay tres hormonas que dirigen casi la totalidad del proceso de hambre y saciedad.
Leptina, ghrelina y péptido YY
Una de las hormonas que provoca la aparición del hambre, estimulada por el hipotálamo y la señal vagal de la que hablábamos, es la ghrelina. Esta, según se ha comprobado en varias ocasiones, nos predispone a comer. En otras palabras, es la hormona que "nos da hambre". Una vez que hemos comido, existen varios mecanismos que nos hacen sentirnos satisfechos.
Entre ellos se encuentra el péptido YY. Este es un inhibidor de la ghrelina, lo que quiere decir que impide que esta hormona haga su trabajo, por lo que reduce el apetito. El péptido YY es generado por el tracto digestivo como respuesta a la ingesta, al igual que la hipoglucemia estimulaba la segregación de ghrelina.
Esto nos ayuda a controlar el mecanismo hambre y saciedad a corto plazo. La leptina, sin embargo, está pensada para actuar a medio y largo plazo. Esta hormona es segregada por los adipocitos, las células encargadas de acumular grasa, y en menor medida por el hipotálamo. Cuando la grasa en el cuerpo llega a cierto nivel, pasando el punto de equilibrio, se segrega una cantidad importante de leptina.
Además de la pérdida de apetito, la leptina también produce un aumento del gasto energético, elevando la tasa metabólica basal. A pesar de esto, igual que ocurre con la insulina, la leptina puede producir cierta resistencia fisiológica, por lo que, por desgracia, alcanzado cierto nivel de sobrepeso, su función saciante deja de tener efecto.
¿Podemos usar ese conocimiento en nuestro beneficio?
Sí y no. Es decir, es un mecanismo que puede ayudarnos a comprender qué está ocurriendo en nuestro cuerpo. Sin embargo, no nos servirá para adoptar medidas tajantes o cuasi mágicas que nos ayuden a sentirnos saciados. Aquí va un ejemplo: sabemos que entre las señales que controlan la saciedad, están las que produce el estómago cuando es estimulado mecánicamente, por cierta cantidad de comida.
Sin embargo, las sustancias saciantes basadas en fibras que se hinchan y producen estos estímulos, no han demostrado ser demasiado efectivas a la hora de reducir el peso de las personas que lo utilizan. ¿Por qué razón? Porque, por suerte para nosotros, el sistema de control del apetito y la saciedad, es muy complejo.
Esto permite que sea muy dinámico, algo necesario ya que de él depende nuestro metabolismo. Uno de los "puntos" de control más interesantes está en el péptido YY. Generando artificialmente esta sustancia podríamos controlar el apetito, pero sus consecuencias hacen que este tratamiento solo se utilice en ciertas patologías, y no siempre es efectivo.
Sin embargo, sigue siendo útil conocerlo por una cuestión muy simple: confirma lo que sabemos de los cambios de estilo de vida. Adoptar una dieta saludable, con más agua y fibras, con mayor calidad nutricional y menor cantidad de azúcar libre, concuerda con el sistema señalizado de hambre y saciedad que conocemos. Y lo hace, precisamente, porque no actúa solo en un punto, simplificando la cuestión, sino que afecta a todo el sistema de manera global, algo imprescindible en un mecanismo tan complejo como este.
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