El hambre es el mecanismo evolutivo de nuestro cuerpo para decirnos cuando tenemos baja energía (debemos comer) o ya hemos recargado suficientes calorías (debemos parar). A través de un complejo sistema mediado principalmente por las hormonas del hambre (leptina y grelina), el hambre fisiológica marcará cuando ingerir alimentos.
Sin embargo, el hambre fisiológica se puede desregular y comenzar a tener hambre en cualquier momento, aunque no tengamos baja energía y hayamos comido hace 20 minutos. Boticaria García detalla en su último libro los cinco tipos de hambre que existen: fisiológica, emocional, ambiental, hormonal y Dragon Khan.
Hambre emocional: qué es y por qué aparece
El hambre emocional viene determinada por el estrés y el ritmo frenético del día a día que nos hace segregar cortisol, la hormona del estrés. Cuando esta hormona se dispara en el organismo se descontrolan las hormonas del hambre y los péptidos del apetito, es decir, comeremos sin hambre y no nos saciaremos.
La leptina es la hormona de la saciedad. Cuando el cortisol es elevado, esta hormona disminuye haciendo que la saciedad sea menor, o lo que es lo mismo, querremos comer más. La otra hormona del hambre, la grelina es la que nos dice "come, que tengo hambre".
Cuando la grelina es elevada esa alerta de hambre es mayor, escenario que sucede cuando hay cortisol elevado. Por lo tanto, cuando estamos estresados y llevamos un estilo de vida acelerado, comeremos más frecuentemente (grelina elevada) y nos saciaremos menos (leptina baja).
Cortisol y placer
El cortisol también afecta a nuestra dopamina, un neurotransmisor que busca placer y recompensas. El estrés crónico hace que el cortisol esté elevado inhibiendo la secreción de dopamina. Unos niveles bajos de dopamina hace que busquemos placer y recompensa en la comida yendo a la nevera a por ultraprocesados y alimentos muy palatables, es decir, que nos saben muy bien.
Cuando llegas a casa después de comerte un atasco de una hora y haber discutido con el jefe y ves en la nevera una zanahoria y una palmera de chocolate, ¿qué eliges? Sin embargo, un domingo después de descansar mucho, leer un rato, salir a pasear y meditar, aunque la palmera de chocolate siempre tira, será más fácil quedarnos con la zanahoria.
El estrés es amigo, no enemigo
Un pico de estrés salvaba a nuestros ancestros de ser devorados o les ayudaba a cazar una presa en momentos puntuales. Ese estrés llegaba en un momento puntual y se iba después del susto o de la actividad física, pero era muy necesario para poder correr más, trepar a un árbol o estar alerta para desplegar todo nuestro potencial físico y mental.
Hoy en día el estrés se produce cuando llegamos tarde porque no viene el metro, escuchando pitidos en el atasco, haciendo números para llegar a final de mes, etc. Todas estas situaciones son tratadas por nuestro cuerpo como las amenazas que vivían nuestros ancestros.
Aunque son muy diferentes entre sí, nuestro cuerpo está adaptado a pedir azúcar después de ese pico de estrés porque evolutivamente lo necesitábamos. Al tener elevado el cortisol de manera crónica por estrés alto las 24 horas del día, nuestro cuerpo pide azúcar las 24 horas del día.
Un invitado más a la fiesta del hambre emocional
Al comer más y movernos menos acumulamos grasa. A toda la fiesta comentada hasta ahora se unen los adipocitos, que son los almacenes de grasa. Esta grasa acumulada, especialmente la visceral que está adherida a los órganos, nos empuja a comer más porque interfiere en las hormonas del hambre y péptidos del apetito.
Por lo tanto, el hambre emocional se da cuando realmente nuestro cuerpo no necesita comida, pero el estrés elevado hace de una manera u otra que comamos más y peor. Todo esto se convierte en un bucle del que es muy difícil salir y que explica las preocupantes cifras de obesidad mundial.
Referencias
Boticaria García. (2024). Tu cerebro tiene hambre. Editorial Planeta.
En Vitónica | Nueve señales que te da tu cuerpo cuando tienes hambre y quizás no reconozcas
Imágenes | Icons8 Team (Unsplash), Frederick Medina (Unsplash)
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