Richard Luov publicó hace unos años un ensayo en el que realizaba un llamamiento: salvemos a nuestros hijos del trastorno por déficit de naturaleza. El autor recoge las investigaciones publicadas hasta la publicación del libro que demuestran como influye la exposición a la naturaleza en el bienestar físico, emocional y espiritual. Cada vez nos alejamos más de la trepa de arboles y nos embutimos en pasar imágenes de una pantalla desde el sofá.
¿En qué consiste el síndrome por déficit de naturaleza?
No es un síndrome clínico como puede ser el síndrome metabólico. Es más bien un término que engloba todo lo que ocurre cuando nos despegamos de la naturaleza, y en su lugar pasamos el día en casa y en el trabajo. En el caso de los niños pasan la mayor parte del día en el colegio, en clases extraescolares y en casa.
Puede que estés pensado que también pasan tiempo fuera de casa, y estás en lo cierto. ¿Cuánto tiempo pasan tus hijos y tú mismo en contacto con la naturaleza a la semana? Seguramente sea ínfimo, y se lo debemos a que hemos ido eliminando espacios naturales para ocuparlo por ladrillos.
Somos animales que necesitamos la naturaleza
Luov expone que la desconexión continua de la naturaleza, especialmente en niños, produce una pérdida de la calidad de nuestros sentidos y un aumento del riesgo de enfermedades físicas y emocionales. Jose Luis Gallego, periodista y naturalista, también ha publicado varios libros sobre la necesidad de acercarnos a la naturaleza.
Todos estos autores coinciden en que, más allá de una salud física, el síndrome por déficit de naturaleza produce una falta de creatividad y un analfabetismo natural que elimina la posibilidad de recibir todos los estímulos que un entorno natural nos puede ofrecer.
La ciencia de la naturaleza
Uno de los estudios pioneros que suele citarse en la conexión de la naturaleza con la salud es el que se llevó a cabo en 1984 por Roger Ulrich en el Hospital de Pensilvania (EEUU). Evaluó las diferencias entre los pacientes que tenían habitaciones desde las que se veían zonas verdes y los pacientes que veían la ciudad, sin un atisbo de zona natural.
Los pacientes que disfrutaban desde la ventana de un entorno natural estuvieron menos días en el hospital después de la operación y consumieron menos analgésicos que el resto de pacientes cuyas ventanas daban a un otro edificio.
Otra investigación muestra que tener una media de 11 árboles en una cuadra de la ciudad disminuye el riesgo cardiometabólico. Los problemas psicológicos también podrían ser mayores ante la falta de espacios verdes. ¿Quién se mostrará más feliz y con ello mejorará su salud mental, las personas que caminan por una zona verde o aquellos que lo hacen entre un tráfico denso?
La respuesta la podemos encontrar en un estudio donde se comparó a las personas que iban hacia el campus de la Universidad de Stanford por una zona verde o por otra zona de mucho tráfico. ¿Adivinas quién mostro mayor felicidad, menos estrés y mejores resultados en pruebas cognitivas?
Efecto moderador de la naturaleza
La naturaleza es ese amigo o ese terapeuta que nos dice "relájate, todo saldrá bien". Cuanto mayor es el acceso de los niños a las áreas naturales, mayor es su capacidad para sobrellevar situaciones adversas.
Siempre que puedas reconéctate con la naturaleza. Podemos comenzar con realizar el almuerzo en un parque cerca del trabajo y aprovechar un día del finde de semana para practicar senderismo en una gran zona verde cercana.
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