Cuando hablamos de nutrición, de alimentación saludable y de dietas, solemos centrarnos únicamente en la parte física. Es decir, en las calorías que consumimos, cómo las repartimos, nutrientes, macronutrientes, si los alimentos son ultraprocesados, tienen azúcares o no los tienen.
El problema es que, en ocasiones, olvidamos la parte mental, emocional y psicológica que la alimentación - como cualquier otro ámbito de la vida - tiene. Además, este papel es importante y, a veces, entre tanto aprendizaje nutricional, no aprendemos a alimentarnos de manera consciente. Esta ha sido mi experiencia practicando la alimentación consciente y los beneficios que me ha aportado.
Qué es la alimentación consciente
También conocida como "alimentación intuitiva" o "mindfoodness", la idea detrás de este nombre es que nos alimentemos prestando atención a nuestro cuerpo y a la señales de saciedad y de hambre.
Y es que, a muchos nos ocurre que comemos por motivos muy diferentes al hambre: comemos porque estamos aburridos, porque estamos nerviosos, porque la comida está delante y tiene buena pinta, porque estamos distraídos, etc. En muchas ocasiones comemos incluso siendo conscientes de que no tenemos hambre, por pura gula o porque aunque estamos llenos la comida está muy buena. También por costumbre.
El hecho de comer sin tener hambre implica que acabamos ingiriendo una cantidad de calorías totalmente innecesaria y, lo peor, es que ocurre casi sin darnos cuenta. Por ello, la alimentación consciente consistiría en aprender a reconocer las señales de hambre y saciedad que nuestro cuerpo nos envía y alimentarnos en base a ello. También nos ayudará a aprender a reconocer cuando el hambre no es física, sino emocional causada por estrés, nervios u otra emoción.
Mi experiencia con la alimentación consciente
Personalmente, nunca me había planteado la importancia que podía tener en mi dieta el hecho de comer únicamente cuando tenía hambre, hasta que comencé a acudir a la consulta de una nutricionista.
Y es que, aunque conocía las bases de una alimentación saludable, desde el punto de vista nutricional, e intentaba cuidar mi alimentación, no parecía lograr perder peso y, además, tenía serios problemas estomacales. Sin embargo, nunca me había parado a pensar no solo en lo que comía, sino en cómo comía.
Por ello, al comenzar a trabajar con mi nutricionista, me comentó la importancia que tenía comer cuando tuviera hambre y, cuando no la tuviera, no comer. Tan sencillo como eso. Y tan complicado. Para empezar, el hecho de que ella me preguntará si comía a pesar de no tener hambre y si dejaba de comer cuando estaba llena, me hizo ser consciente de la cantidad de veces en las que comía sin ningún tipo de hambre, solo porque tocaba o porque la comida estaba buena.
Aprender a comer cuando tenemos hambre
Para comenzar, tuve que retrasar el desayuno hasta que realmente tuviera hambre. Al levantarme tomaba tan solo un té y esperaba a sentir hambre de verdad para desayunar -algo que sigo haciendo-. Eso me hizo darme cuenta de que por costumbre desayunaba nada más levantarme a pesar de que todavía tenía el estómago cerrado.
Esto implicaba que en dos o tres horas volvía a tener hambre, por lo que desayunaba, comía algo a las 11 de la mañana y después comía. Al retrasar el desayuno hasta que tuviera hambre, ya no necesitaba comer algo a media mañana, porque ya no tenía hambre, de manera que solo con eso ahorraba calorías sin darme cuenta.
Además, con la nutricionista hablamos de que no era necesario comer solo porque fuera la hora de comer si no tenía hambre. Por ejemplo, los fines de semana, suelo desayunar tarde y se trata de una comida que disfruto mucho por lo que suelo tomarla con calma y bastante completa. Esto significa que a la hora habitual de comer no suelo tener hambre.
Antes de comenzar mi trabajo con la nutricionista, comía a pesar de no tener hambre porque era la hora de comer. Actualmente vuelvo a comer cuando tengo hambre, lo que significa que suelo merendar algo de fruta a media tarde.
Mejor control de mi sensación de hambre, menos calorías, y mejor sensación estomacal
Otra parte importante de la alimentación consciente es aprender a reconocer las señales de saciedad y parar cuando nos sintamos saciados, sin llegar a estar muy llenos. Este es el punto con el que más dificultades tuve, ya que como amante de la comida, si algo está rico suele costarme saber cuándo parar.
Sin embargo, al comenzar a comer así y prestar atención conseguí reconocer mejor cuando estaba ya llena, la saciedad llegaba antes y parar a tiempo me ayudaba a disfrutar más de la comida. En gran parte, porque lo que como me sabe bien aunque sea poco, y no se ve empañado por el hecho y arrepentimiento de haber comido tanto que después me encuentre mal.
Gracias al hecho de comer prestando atención a las señales de mi cuerpo, no solo como menos calorías - lo que se ve reflejado en mi cuerpo -, sino que la comida me sabe mejor porque como cuando de verdad tengo ganas. Conozco mejor cómo señala mi cuerpo el hambre, lo que me permite reconocer cuando lo que siento es ansiedad o aburrimiento o alguna otra cosa.
Además, hace que me encuentre mucho mejor física y estomacalmente. Gracias a esta manera de comer, no ingiero comida cuando todavía estoy llena y soy capaz de parar cuando estoy saciada. De esta manera mis digestiones son más cómodas, siento mucha menor pesadez estomacal y estoy menos hinchada.
La importancia de lo que comemos
En cualquier caso, aunque intentemos comer de esta manera, es importante que sigamos prestando atención a los alimentos que ingerimos. Más allá de que no todos los alimentos son igual de saludables, debemos tener en cuenta que ahora que seguramente comamos menos, debemos buscar alimentos que nos aporten nutrientes buenos y completos.
Por ello, nuestra alimentación debería basarse en productos frescos, vegetales, frutas, semillas, legumbres, etc. Alejándonos de los azúcares libres y alimentos ultraprocesados que nos aporten calorías vacías con poco valor nutricional.
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