Una de las cosas en las que más pecamos muchos, entre los que me incluyo, es en hacer planes y planes, y todavía más planes. Hacemos una lista eterna de cosas que queremos hacer, de sitios que vamos a visitar y de todas las maneras en las que vamos a cambiar nuestra vida. El problema es que luego todas esas cosas no pasan del papel y se quedan en simples planes que no llevamos a cabo.
Lo mismo ocurre con los propósitos de Año Nuevo que nos hacemos. Es posible que los tengamos muy claros, incluso que los hayamos escrito en un papel, y que hayamos cumplido con todos los consejos que hemos aprendido: dividirlo en objetivos más pequeños, que sean muy claros, ponernos fechas para conseguirlos, e incluso buscar compañía para empezar. Sin embargo, si no nos ponemos en marcha y lo hacemos, de poco sirve todo eso.
Para ello, tenemos que hacernos un plan y seguirlo, independientemente de cómo nos sintamos, de las ganas que tengamos o no, de que nuestro estado de ánimo no sea el más adecuado, etc. Si queremos conseguir nuestros propósitos este año, debemos hacerlo partiendo de un plan y no de nuestro estado de ánimo. Para ello, existen una serie de principios, normalmente asociados a la activación conductual realizada en terapia, pero que también podemos usar en estos casos.
Cambiar el modo en el que hacemos las cosas
Si queremos conseguir cambiar nuestra vida, añadir nuevos hábitos, deshacernos de los viejos y, sobre todo, modificar cómo nos sentimos con respecto a nuestra vida, lo primero que debemos hacer el cambiar la forma en la que hacemos las cosas.
Si queremos empezar a hacer deporte, comer más saludable, ser más ordenado o hablar más con nuestros seres queridos, la única manera de conseguirlo es cambiar cómo estamos haciendo las cosas ahora y empezar a hacerlas de otra manera. Esto es difícil de hacer y requiere tiempo y esfuerzo, pero hay formas de facilitarlo y conseguirlo, como las siguientes.
Empezar por las cosas pequeñas
Será mucho más fácil para nosotros cambiar si empezamos por los cambios más pequeños. Si hace años que no hacemos ningún tipo de actividad física, ponernos como propósito correr una maratón o ir siete días a la semana al gimnasio es un cambio demasiado grande. Lo mismo ocurre si estamos acostumbrados a no llamar a nuestros padres en un mes y de repente queremos pasar de eso a llamarles cada día al menos media hora. Lo más posible es que el segundo día nos rindamos.
Por ello, debemos empezar por cambios pequeños e ir poquito a poco. Si queremos hacer deporte quizás el primer paso sea salir a andar media hora dos días a la semana, ni siquiera ir al gimnasio. Cuando esto sea un hábito, podremos ir aumentando la dificultad y la exigencia. Lo mismo con llamar más a nuestros seres queridos: en vez de pretender llamarles todos los días, podemos probar a llamarles una vez a la semana o una vez cada quince días y de ahí ir subiendo.
Buscar las cosas que nos resulten más gratificantes
Muchos de nosotros nos ponemos varios propósitos para el nuevo año o el nuevo curso. Sin embargo, no todos estos propósitos - ni los pasos que tenemos que dar para lograrlos - nos resultan igual de gratificantes. Habrá cosas que realmente nos apetecerá hacer, porque la recompensa nos apetece, porque se asemeja más a lo que ya conocemos o hacemos normalmente, o porque es algo que llevamos en nosotros.
Conseguir cambios será más fácil si empezamos por las cosas que nos resultan más gratificantes en vez de por las que menos. Para ello, debemos dedicar cierto tiempo a conocernos, saber qué cosas nos gustan y cuáles de nuestros propósitos suponen cosas que realmente nos apetecen y que serán intrínsicamente gratificantes. Mejor empezar por ellas que por las cosas que creamos que estamos obligados a hacer.
No basta con hablar, hay que actuar
Cuando nos ponemos propósitos tenemos mucha tendencia a hablar de ellos. Se los contamos a nuestros amigos, es posible que lo compartamos en las redes sociales y seguimos diciendo y diciendo todo lo que vamos a hacer. Sin embargo, con hablar de todo lo que vamos a hacer no es suficiente para cambiar. Por ello, no es suficiente que nos limitemos a hablar de ello, sino que tenemos que hacerlo.
Tener en cuenta que es un proceso continuo
Cuando nos hacemos propósitos, normalmente, queremos conseguirlos de la manera más rápida posible. La realidad es que cambiar cualquier hábito y adoptar uno nuevo lleva tiempo y esfuerzo. Por ello, es importante que tengamos en cuenta que este nuevo estilo de vida es un proceso continuo. Todos los pequeños pasos que vayamos dando en la búsqueda de nuestro propósito ya son avances y ya cuentan.
Por ello, cuando creamos que no hemos avanzado, debemos pararnos a pensar en todos esos pasos pequeños que hemos dado y valorarlos como el logro que son. Es posible que después de dos meses todavía no seamos capaces de correr 10 kilómetros, pero si antes no nos levantábamos de la silla y ahora salimos a andar media hora al día e, incluso, algunos días corremos unos minutos, ya hemos logrado un gran cambio.
Este artículo fue originalmente publicado por Iria Reguera en enero de 2019 y ha sido revisado para su republicación.
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